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otro lo hubiera hecho. Sin desmerecer en absoluto la investigación
                     de estos dos gigantes de la ciencia del universo, es difícil imaginar
                     que algún otro pudiera haber hecho lo que Kepler hizo.
                         La Europa que vio nacer a Johannes Kepler era tan convulsa
                     como cualquier otra época de la humanidad. Sin embargo, en esta
                     ocasión, una serie de hechos excepcionales auspiciaban un pro-
                     fundo y próspero cambio cualitativo. Especialmente en el campo
                     de la ciencia, el hombre estaba avanzando con pasos de gigante. El
                     Renacimiento científico se retrasó con respecto al Renacimiento
                     artístico pero, finalmente, eclosionó triunfante, inducido por unos
                     pocos hombres en cuya lista no puede faltar el nombre de Kepler.
                     El caso es que la ciencia, y en particular la física, y en particular la
                     astronomía, estaban saliendo al fin de su placenta medieval.
                         Recordemos tres fechas previas que llevaron a tal cambio de
                     estado, en su significado más físico de la palabra La invención de la
                     imprenta por Johannes Gutenberg, y su rápida diseminación por
                     toda Europa, popularizó el libro, poniendo en la mano de los estu-
                     diosos todo el saber de los pensadores anteriores. Gracias a la im-
                     prenta, la cultura pasó de los monasterios a las universidades. El
                     descubrimiento de América por Cristóbal Colón, gran marino y gran
                     científico, y la vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan
                     Sebastián Elcano abrieron los ojos aún legañosos de una Europa que
                     contemplaba como nunca la magnitud y la forma de la Tierra. Tam-
                     bién los de Kepler,  aunque nunca en su vida viera el mar y no se
                     alejara más de cincuenta leguas de su pueblo natal.
                         Era una Europa que venía de estar considerablemente unida.
                     Había estado unida por una cristiandad y por un imperio, pero
                     estaba condenada a descomponerse.  Sin embargo, permitió un
                     tráfico de ideas y gente que acabaría motivando aquel colosal salto
                     científico. Y también era una Europa unida por el lenguaje, puesto
                     que el latín era hablado y escrito por todos los hombres cultos.
                         Pero esta situación distaba de ser tan ideal. El enemigo in-
                     terno de Europa era la confrontación religiosa: los protestantes,
                     luteranos, hugonotes o calvinistas y los católicos de la Contrarre-
                     forma agitaron la paz endeble de la Europa recién renacida Esto
                     es importante destacarlo aquí porque prodltjo grandes estragos en
                     la vida de Johannes Kepler que pudieron haber dado al traste con






         8           INTRODUCCIÓN
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