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rada y respetado por su ciencia, tanto por los calvinistas como por
        los luteranos, los católicos y los jesuitas. Pero, aun así, fue expul-
        sado de todos los sitios donde vivió.
            No ajeno a los avatares de su vida fue el histerismo colectivo
        que se extendió por toda Europa con la persecución de la brujería.
        Una tía suya, la que le había criado en buena parte, fue quemada por
        sus tratos con el demonio.  Y,  más adelante, su propia madre fue
        denunciada, condenada y encarcelada por bruja. También se le an1e-
        nazó con el tormento si no confesaba, pero ella, tan íntegra como su
        hijo, se negó rotundamente. Kepler la defendió con todo su tesón, su
        prestigio y su inteligencia hasta conseguir su libertad, pero el pro-
        ceso duró varios años. Y al final, solo consiguió que no muriera en la
        cárcel, porque no sobrevivió libre más que unos meses. Así pues, sin
        ninguna duda la brujería condicionó enormemente la vida de Kepler.
            Otro aspecto que hay que destacar en la vida y en la obra de
        Kepler es la astrología, vista como algo diferente de la astronomía,
        pero ambas conviviendo inseparablemente en su mente. ¿Creía
        realmente en la astrología? Algunos piensan que no,  que se veía
        obligado a ejercerla. No hay que olvidar que los cargos de Mate-
        mático Territorial y Matemático Imperial que desempeñó tenían
        como parte de las tareas asignadas la elaboración de  «calenda-
        rios» y cartas astrales, ni que sus más entusiastas mecenas eran,
        más que aficionados, adictos a la astrología que esperaban de su
       protegido asesoramiento y predicciones. Sus calendarios tenían
        que incluir previsiones meteorológicas basadas en la astrología,
        así como vaticinios personales, políticos o militares. Y no hay que
        olvidar que la fama y el prestigio popular de Kepler se basaba más
        en su quehacer de astrólogo que en el de astrónomo. No obstante,
        hay razones para pensar que Kepler sí creía realmente en la astro-
        logía; era otro fruto de su credulidad. Sus escritos y cartas están
        adornados con cuestiones astrológicas sin finalidad  comercial
        aparente. Incluso creyó presagiar su propia muerte porque justo
        antes los planetas tenían la misma disposición que cuando nació.
        Quizá, para cerrar este tema, podríamos decir que despreciaba a
       los astrólogos pero cultivaba la astrología.
           Kepler ha pasado a la historia como el científico que descu-
       brió las tres leyes del movimiento planetario que llevan su nombre






                                                         INTRODUCCIÓN        11
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