Page 24 - 19 Marie Curie
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tolerada en un territorio eminentemente masculino. Una muestra
                   de la imagen de las mujeres en la sociedad francesa nos la pro-
                   porciona el escritor Octave Mirbeau (1848-1917), quien afirmaba
                   que «la mujer no es un cerebro, es sexo, lo que es mucho mejor.
                   Tiene un único papel en este mundo: hacer el amor y perpetuar
                   la especie».


        «Resulta imposible describir todo lo que me aportaron aquellos
        años. Liberada de cualquier obligación material, estaba volcada
        en la alegría de aprender, aunque mis condiciones de vida no
        eran idfücas en absoluto.»

        -  MARIE  CURIE, NOTAS AUTOBIOGRÁFICAS.

                       Así pues, en el París de la Belle Époque al que llegó Marie se
                   permitía a las mujeres matricularse en la Sorbona, pero la que
                   osaba hacerlo y encima pretendía aprender Física y Matemáticas
                   era considerada un bicho raro. No parece que eso desanimara a
                   Marie,  que tenía veinticuatro años recién cumplidos y acababa
                   de llegar a la capital francesa dispuesta a aprovechar su oportu-
                   nidad por encima de todos los prejuicios y las estrecheces eco-
                   nómicas. Como ella misma explicaría más adelante, lo que más
                   disfrutó de esta nueva etapa de su vida fue la sensación de liber-
                   tad, de ser dueña de todo su tiempo y poder estudiar sin limita-
                   ciones, asistiendo a las clases que le gustaban. Además, después
                   de haber tenido que estudiar por su cuenta o con profesores que
                   - con la notable excepción de su primo Józef Boguski- tenían
                   escasa formación,  apreció extraordinariamente que la Sorbona
                   contara con uno de los mejores planteles de profesores de cien-
                   cias de Europa.
                       A los pocos meses de llegar a París, dejó la casa de su her-
                   mana y alquiló una habitación en el último piso de un edificio del
                   Barrio Latino - zona muy cercana a la Sorbona- , donde llevó
                   una vida espartana. Su tiempo se dividía entre las clases, el trabajo
                   en el laboratorio y el estudio, tanto en las bibliotecas como en su
                   casa. Como su presupuesto era muy escaso, no podía dedicar ni





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