Page 112 - 27 Leibniz
P. 112
de la Academia de Berlín, que tenía en esos momentos en mente.
Aunque el proyecto inicialmente no fue muy bien visto, especial-
mente por el gasto que significaría la construcción de tanta herra-
mienta nueva, Leibniz argumentó en contra de todas las protestas,
y recibió a finales de 1679 el beneplácito del duque pa¡a el acuerdo
con la Oficina de Minas, que junto al duque y el propio Leibniz,
financiarían el proyecto.
Desde el principio todo fueron problemas. Al manifiesto re-
chazo entre los funcionarios de las minas, que lo consideraban un
intruso sin los conocimientos necesarios, se unieron las inclemen-
cias del tiempo y especialmente las rachas de ausencia de viento.
Al parecer, Leibniz había pasado por alto estudiar las variaciones
y direcciones del viento en la zona. Otra dificultad era la construc-
ción de los elementos diseñados, pues en varias ocasiones, al no
seguir correctan1ente las indicaciones, las máquinas no funciona-
ban de manera adecuada y había que corregirlas una y otra vez.
Ante el aumento de los costes, que en 1683 eran ya de casi
ocho veces lo previsto, el duque planteó cancelar el proyecto,
pero Leibniz insistió en seguir un año más, pagando de su propio
bolsillo, para demostrar que seguía siendo viable. Tuvo que re-
plantearlo por completo y perfeccionar los molinos, de forma que
se pudieran construir a mitad de precio. Incluyó un mecanismo
de velas que se plegaban y desplegaban según las necesidades,
y planteó la posibilidad de optimizar las bombas de extracción
inyectando aire comprimido, aunque ambas ideas no prospera-
ron. Más adelante, ante la escasez de viento en la zona, diseñó
unos molinos horizontales, en lugar de verticales, que pudiesen
aprovechar todo tipo de viento, funcionar en cualquier momento
y soportar las tormentas. Pero su rendimiento era la tercera parte
de los tradicionales, por lo que tampoco resultaron viables. Defi-
nitivamente, en 1685 se abandonó el proyecto.
La minería no era un entretenimiento más entre la gran can-
tidad de temas que trató Leibniz; muy al contrario, fue uno de
sus preferidos. Durante los seis años que duró el proyecto, Leib-
niz llegó a pasar más de la mitad del tiempo en Harz, lo que da
una idea del ingente trabajo que supuso. Además, siempre tuvo
en mente mejorar la extracción. En 1680, cuando aún tenía espe-
112 CÓDIGOS ANTIGUOS Y MODERNOS