Page 160 - 27 Leibniz
P. 160

de Leibniz. En las cinco cartas que envió a Clarke, Leibniz atacaba
                     la filosofía de Newton, indicando que sus errores principales eran,
                     primero considerar que Dios necesitaba un órgano sensorial para
                     percibir las cosas, pues en ese caso los objetos percibidos no de-
                     pendían totaimente de Dios y este no podía haberlos creado. En
                     segundo lugar, defendía que en el mundo había siempre la misma
                     cantidad de fuerza o vis viva, que pasaba de unas partes a otras
                     según las leyes de la naturaleza, y que no necesitaba que Dios,
                     como defendían los newtonianos, actuara de vez en cuando para
                     hacer que todo marchara bien. La última carta que le envió Clarke
                     le llegó pocos días antes de su muerte, por lo que fue la disputa
                     con la que se despidió de este mundo.
                         En julio de 1716 el rey Jorge visitó Hanóver y pasó unos días
                     descansando en Bad Pynnont. Leibniz lo acompañó en todo mo-
                     mento, y al parecer había desaparecido la tensión anterior entre
                     ellos.
                         Sin embargo, la reconciliación le sirvió de poco, ya que el 14
                     de noviembre Leibniz murió en su casa, dejando como único he-
                     redero a su sobrino Friedrich Simon Loffer. Ya a principios de ese
                     mes la gota le había afectado las manos, lo que le impidió seguir
                     escribiendo y los médicos no pudieron hacer nada por él.
                         Según nos cuenta Johann Georg von Eckhart, secretario de
                     Leibniz y el primero de sus biógrafos, a su funeral solo asistieron
                     los amigos y familiares más cercanos. Aunque se había avisado
                     a la corte, no apareció ningún representante, pese a encontrarse
                     bastante cerca, lo que puede deberse a la idea bastante extendida
                     de que Leibniz no era creyente. Su entierro fue el de una persona
                     insignificante, y sus contemporáneos de· Hanóver no lo tuvieron en
                     mucha consideración, ya que solo a finales del siglo se colocó en
                     su memoria un busto en mármol blanco con la inscripción «Genio
                     Leibnitii». Las academias y sociedades a que perteneció no reali-
                     zaron ningún acto en su honor, aunque aparecieron necrológicas
                     en muchas de las revistas científicas de las que fue colaborador.
                         Hasta medio siglo después de su muerte no comenzó a reva-
                     lorizarse su figura, en particular cuando se comenzaron a publicar
                     algunos de sus ensayos y su correspondencia con grandes persona-
                     lidades, y a que Kant estudió a fondo su filosofía En la actualidad






         160         NO SOLO DE  MATEMÁTICAS SE  NUTRE EL  GENIO
   155   156   157   158   159   160   161   162   163   164   165