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Esta segunda fuerza se dividía a su vez en dos: una fuerza primi-
       tiva, que existía en cada cuerpo en sí mismo, y una fuerza deriva-
       tiva, que se consigue por el choque entre cuerpos, y que según él
       era la única que interviene en el movimiento.




       SE  ACERCA EL FINAL


       Los tres últin1os años de la vida de Leibniz fueron bastante duros.
       En marzo de 1714 murió su gran amigo el duque Antonio Ulrico,
       que durante muchos años lo había respaldado ante el emperador
       y defendido frente al elector. En junio del mismo año perdió a su
       gran amiga y valedora, la electora viuda Sofía de Hanóver. Ya solo
       le quedaba la princesa Carolina, con quien solía charlar igual que
       lo había hecho antes con las dos electoras.
           Cuando un par de meses después de Sofía murió Ana, la reina
       de Inglaterra, el elector Jorge Luis pasó a convertirse en el rey
       Jorge I de Gran Bretaña, por lo que se trasladó con su corte, in-
       cluido su hijo Jorge Augusto, el nuevo príncipe de Gales, a Ingla-
       terra. Leibniz, que se encontraba en Viena desde hacía meses sin
       poder viajar debido a problemas de salud, hizo el esfuerzo de tras-
       ladarse a Hanóver para despedirse del elector, pero llegó cuando
       ya había partido hacia las islas.
           Aunque intentó viajar a Inglaterra junto a la princesa Carolina
       el mes siguiente, tuvo que desistir por problemas de salud. Más
       tarde recibió cartas del ministro Bemstorff instándole a no viajar
       a Inglaterra y a que se centrara en la inteffi1inable historia. A prin-
       cipios de 1715 el propio rey le envió una orden para que no hiciera
       ningún viaje largo hasta terminar el trabajo histórico.
           De esta manera, Leibniz pasó los últimos años de su vida sin
       ninguno de sus grandes amigos, con su movilidad cada vez más
       menguada, y viendo que el tiempo pasaba sin poder terminar su
       ingente labor.
           También  comenzó  una discusión  con el capellán del  rey,
       Sarnuel Clarke, amigo de Newton, quien ya había tenido un en-
       contronazo dialéctico con la princesa Carolina sobre la filosofía





                                    NO SOLO DE MATEMÁTICAS SE NUTRE EL GENIO   159
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