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pudiera editarse finalmente en un magnus opus para que el mundo
         conociera la genialidad de Fermat:


             Con gran tlisteza hemos sabido de la muerte de M.  de Fermat, con-
             sejero del Parlamento de Toulouse. Fue una de las más brillantes
             mentes de este siglo, un genio tan universal y de tal calibre que, si
             los sabios no hubieran sido testigos de su mérito extraordinario,
             apenas podrían10s creer todo lo que de él se ha dicho, y nos queda-
             ríamos cortos en sus alabanzas.

             Pero, como hemos dicho, su obra pudo no sobrevivirle.  El
         amor de hijo de Clément-Samuel, recopilando pacientemente sus
         obras, como el aduanero de Lao Tse, primero en sus comentarios
         a la Aritmética de Diofanto y luego en una Varia Opera Mathe-
         matica, fue  el primer paso para preservar sus obras. También
         J acques de Billy y J ohn Wallis, cada uno por su cuenta, publicaron
         elementos de la obra de Fermat. Sin embargo, no era suficiente;
         importantes cartas en manos de Carcavi, que inexplicablemente
         no proporcionó al primogénito, y de muchos otros corresponsa-
         les,  no  fueron publicadas hasta mucho  más tarde.  Inevitable-
         mente, las epístolas de Fermat se desperdigaron conforme morían
         los destinatarios. No fue sino hasta el siglo XIX  cuando un biblió-
         filo anunció que había comprado buena parte de los manuscritos
         de Fermat en Metz. Los eventos revolucionarios de 1848 hicie-
         ron que la colección volviera a perderse. Pero entre 1879 y 1891
         Charles Henry y Paul Tannery emprendieron la titánica tarea de
         recuperar las obras de Fermat a partir de las obras publicadas y
         de colecciones privadas. Gracias a ellos su herencia ha llegado a
         nosotros.
             En cuanto al propio Fermat, diez años después de su muerte,
         fue inhumado en la célebre y bellísima iglesia de los agustinos de
         Toulouse. Ahí descansó,  durante más de cien años,  una de las
         mentes científicas más privilegiadas de todos los tiempos, hasta
        que sus restos se perdieron durante la Revolución francesa.











                                       LA PROBABILIDAD Y EL PRINCIPIO DE FERMAT   153
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