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Un frío día de finales de febrero de 1827 Laplace se sintió mal
                     al llegar a  casa tras una sesión en la Oficina de Longitudes.  La
                    fiebre le obligó a guardar reposo. Al  día siguiente su condición
                     empeoró. Nunca más se levantaría del lecho. El sábado 3 de marzo
                    se encontró un poco mejor y pudo recibir a las visitas. Poisson,
                     acompañado de Bouvard, se acercó a su maestro: <<Monsieur La-
                    place, aquí está vuestro buen amigo Bouvard, cuyos cálculos ayu-
                    daron a alumbrar vuestros bellos descubrimientos sobre Júpiter y
                    Saturno,  cuya fama nunca morirá».  Con voz clara,  tras un mo-
                    mento de silencio, Laplace pronunció lo que serían sus últimas
                    palabras: «Lo que conocemos es muy poco, lo que ignoramos es
                    inmenso ... El hombre solo persigue quimeras». Unas palabras que
                    no  pudieron  sino  recordar a  los  presentes  aquellas  otras  de
                    Newton:  «Veo que he sido corno un niño pequeño, jugando en la
                    orilla del mar [ .. . ] mientras el gran océano de la verdad se exten-
                    día inexplorado ante mí».
                        Laplace murió a las nueve de la mañana del lunes 5 de marzo
                    de 1827. Newton lo había hecho exactan1ente una centuria antes,
                    el lunes 20 de marzo de 1727.



































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