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A su director, Adams, le irritaba el tren de vida que llevaba
                     Hubble -un astrónomo de su plantilla- y pretendió reducir su
                     salario. Sus vacaciones tenían que ser de un mes, corno las de los
                     demás. Además, le irritaba que cuando se publicaban sus confe-
                     rencias en Europa no apareciera por ninguna parte su filiación a
                     Mount Wilson. Tal reducción de salario no se llevó a cabo, quizá
                     afortunadamente, porque Hubble era un astrónomo especial, que
                     requería y merecía un trato preferente, en beneficio incluso de
                     Mount Wilson y de la ciencia internacional. A Hubble no le im-
                    portunaban demasiado las amenazas de Adams porque no tenía
                    problemas económicos desde su matrimonio con la hija de uno
                     de los banqueros más prósperos de Los Ángeles. Y supo sortear-
                     las al ganarse la confianza de los magnates del Instituto Camegie
                    -del cual Mount Wilson dependía- de tal forma que todo quedó
                     en una rabieta prolongada de Adams, que encontró su venganza
                     al conseguir en su jubilación que Hubble no fuera nombrado su
                    sucesor como director de Mount Wilson,  a pesar de que poseía
                    mayor prestigio científico.
                        En la biografía de Hubble hay claroscuros, pero hoy nadie
                     duda de que merece un puesto de rango especial, de primera fila,
                     entre todos los grandes pensadores de todos los tiempos. Hoy se
                     emplean sin discusión términos corno ley de Hubble, tiempo de
                    Hubble,  constante de Hubble,  flujo  de Hubble,  clasificación
                     de Hubble y tantos otros nombres hasta llegar al telescopio es-
                    pacial Hubble, que, en cierto modo, tiene una misión que pretende
                    ser la continuación de la obra de aquel gran científico.
                        Edwin Hubble no recibió el premio Nobel a pesar del apoyo
                    incondicional del astrónomo indio Subrahrnanyan Chandrasekhar
                     ( que sí lo obtuvo). Cuando estaba vivo no había Nobel para astró-
                    nomos; cuando murió, no había Nobel a título póstumo. La evo-
                    lución de su ciencia está lógicamente bien documentada con sus
                    artículos y sus relaciones interpersonales con otros científicos.
                    Hubble, en cambio, no hablaba mucho de su persona y sus creen-
                    cias, pero contamos con el diario de su propia amante esposa,
                    aunque poco objetivo y censurado por ella misma, y con las opi-
                    niones de sus hermanas menores Helen y Elisabeth, que llegaron a
                    avanzada edad y fueron entrevistadas por sus biógrafos pioneros.





         12         INTRODUCCIÓN
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