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mentador, como ya anunciaban las maquetas de molinos y otros
objetos que tanto le gustaba realizar siendo niño. Cuidó como
pocos esa faceta de su quehacer científico y no es exagerado decir
que esta estuvo casi a la altura de su portentosa capacidad como
teórico. Y para muestra un botón: construyó un telescopio reflec-
tor que le valió su entrada como miembro en la Royal Society de
Londres; pero no solo perfeccionó el diseño teórico - usar espe-
jos en vez de las lentes de aumento de los telescopios refracto-
res-, sino que logró construir con sus propias manos el primero
de ellos, para lo cual tuvo que sortear no pocas dificultades técni-
cas; desarrolló, por ejemplo, un proceso propio para pulir láminas
de cobre y poder así usarlas como espejos, lo que incluía la fabri-
cación del compuesto químico que necesitaba como abrasivo.
El sistema del mundo que Newton edificó dominó el pano-
rama científico durante casi dos siglos y medio, hasta que la teoría
de la relatividad de Einstein tomó el relevo. Pero la física newto-
niana sigue todavía viva y en uso, porque, salvo cuando los objetos
se mueven a velocidades cercanas a la luz o en la cercanía de
masas ingentes de materia, es prácticamente indistinguible de la
de Einstein. Así pues, a efectos prácticos, son las ideas y ecuacio-
nes de Newton las que usamos en los cálculos necesarios para
lanzar al espacio un satélite artificial o para saber cuál será la re-
sistencia de un puente colgante.
Sin embargo, Isaac Newton dista bastante de ser únicamente
el héroe puro de la ciencia que los siglos XVIII, XIX y la primera
mitad del xx nos legaron. Ha sido el intensísimo esfuerzo historio-
gráfico desarrollado durante las décadas siguientes a la Segunda
Guerra Mundial - sin parangón· con la dedicada a ningún otro
científico y basado en el estudio exhaustivo de los manuscritos
newtonianos- el que ha mostrado la verdadera dimensión cientí-
fica y humana de Newton. La visión que tenemos hoy del genio
inglés es mucho más completa, y es ese Newton complejo el que
el lector se encontrará en las páginas que siguen. Desde luego
descubrirá al matemático, al físico, al científico en suma, pero
también al místico, al alquimista o al callado pero pertinaz arriano.
Verá crecer al niño abandonado por la madre hasta convertirse,
primero, en el científico célebre que la posteridad aclamó y, final-
INTRODUCCIÓN 11