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de cuantificación: ¿qué distancia recorre el cuerpo en función del
tiempo de caída? Esa actitud, que une al discurso teórico lo expe-
rimental y lo cuantificable, encauzó la física por nuevos y fructíf e-
ros derroteros.
No es casual que en plena revolución científica se desarrolla-
ran algunas herramientas esenciales para la experimentación,
como el microscopio o el telescopio, que superaron con mucho a
todo lo que los griegos habían inventado. El magistral uso que del
telescopio hizo Galileo, y la posterior interpretación de lo que vio,
supuso un espaldarazo casi definitivo a las teorías copemicanas.
Justamente en ese período de convulsión científica floreció
la figura de Isaac Newton. Las contribuciones de Newton a la cien-
cia son formidables, y, en buena medida, a él se debe la culmi-
nación de todo el proceso revolucionario que había iniciado
Copémico un siglo antes de que Newton naciera.
En matemáticas, Newton sintetizó toda la maraña de méto-
dos infinitesimales, más o menos particulares, desarrollados en
la primera mitad del siglo XVII para destilar el procedimiento uni-
versal que hoy denominamos «cálculo infinitesimal», rama de la
matemática que abarca conceptos tales como derivada, integral
o límite y cuyas aplicaciones son amplísimas en el campo de la
ciencia y la ingeniería. Sin duda alguna, se trata de la herramienta
matemática más potente que para el estudio de la naturaleza se
haya inventado jamás.
En física y astronomía, su contribución fue todavía más es-
pectacular. Cuando Newton entró en escena, la física terrestre y
celeste eran asuntos distintos y separados, de acuerdo con la doc-
trina aristotélica. Nadie pensaba que las reglas que rigen el movi-
miento de los planetas en el cielo iban a ser las mismas que las que
guían algo tan terrenal como el lanzamiento de una bala de cañón.
En lo que al cielo se refiere, la revolución copemicana estaba ya
muy avanzada, y con las leyes de Kepler se tenía una descripción
precisa de cómo se movían los planetas en el cielo. Pero quedaba
todavía pendiente la cuestión fundamental: explicar por qué los
planetas se movían en el cielo de la manera que lo hacían, dar con
las leyes físicas que permitieran deducir los movimientos que de
forma tan precisa habían sido descritos por las leyes de Kepler.
INTRODUCCIÓN 9