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tica igual a su masa material, es decir m = U/ c ( siendo U la energía
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electrostática del sistema y e la velocidad de la luz en el vacío), en
perfecta concordancia con el principio de equivalencia de Einstein.
En enero de 1922, Fermi escribió a Persico, explicándole que se-
guía estudiando relatividad y cálculo tensorial. En su artículo «Sobre
los fenómenos que se producen en las vecindades de una línea hora-
ria», Fermi demuestra, usando el cálculo diferencial, que el espacio
cerca de una línea horaria, o geodésica, se comporta como si fuese
euclídeo. En este estudio Fermi introdl.tjo por primera vez un sistema
de coordenadas espacio-temporales, las coordenadas de Fermi, que
describen con gran precisión la evolución temporal de sucesos
que ocurren en las proximidades de una geodésica En 1932, el ma-
temático inglés AG. Walker, extendería este sistema, por lo que en
general se habla actualmente de coordenadas de Fermi-Walker.
Fermi se graduó cum laude en física el 7 de julio de 1922, con
una investigación experimental sobre difracción de rayos X, tras
haber publicado el año anterior en Nuovo cimento un artículo es-
pecializado «Los rayos Rontgen». La parte más teórica de su tesis
se publicaría en 1926 bajo el título «Un teorema de cálculo de la
probabilidad y algunas de sus aplicaciones».
Cuando en 1923 colaboró en la edición italiana de Los fun-
damentos de la relatividad einsteiniana, era de los pocos en
reconocer «la enorme relevancia conceptual de la teoría de la
relatividad», mientras que la inmensa mayoría de la comunidad
científica en Italia seguía siendo escéptica. Fermi estaba ya cau-
tivado sobre todo por el potencial de obtención de energía de la
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materia -la famosa E = m. c - , y sostenía:
No parece posible, al menos en un futuro cercano, encontrar un
camino para obtener semejantes cantidades de energía -y que sea
todo bueno- porque el p1imer efecto de la explosión de una canti-
dad tan terrible de energía sería aplastar en mil pedazos al físico que
tuviese la desgracia de encontrar el canlino de hacerlo.
Quién sabe si estaba ya pensando en controlar aquella explo-
sión, su mayor contribución a la ciencia, con el dominio de las
reacciones nucleares.
40 UN MUNDO DE FERMIONES