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entre la comunidad científica de la época y hasta los siglos xv y XVI
       el ser humano no se permitió refutar las instauradas ideas del filó-
       sofo.  Sería en  el  entorno  de  la primera revolución  científica
       cuando personajes como Galileo mostrarían una visión más ade-
       cuada del movimiento y Newton integraría una serie de resultados
       para demostrar que cielo y tierra se rigen por las mismas reglas
       naturales.

                           «Podríamos obtener demostraciones perfectas
                               de los libros de Arquímedes, a nosotros no
                                  nos repele la espinosa lectura de ellos.»

                                                              -  JOt{ANNES  KEPLER.

           Arquímedes tenía la clave para superar la física aristotélica,
       aunque fue desoído durante siglos. Aristóteles puso de moda los
       conceptos de gravedad y levedad, siendo lo primero lo que expe-
       rimentan los cuerpos que caen y lo segundo lo que experimentan
       los cuerpos que flotan en el aire. Arquímedes, sin embargo, dio un
       vuelco al concepto introduciendo en sus textos la noción de masa
       específica o densidad, para hablar de la flotabilidad de los cuer-
       pos. Así, un cuerpo flota en el aire porque su densidad es menor
       que la del aire. De paso, y de manera implícita, rechazaba la idea
       aristotélica de que el vacío no existe, a pesar de que, por ejemplo,
       Estratón de Lámpsaco (340-268 a.C.), filósofo griego y director
       del Liceo, la había defendido. Precisamente, Estratón demostró
       que el aire está compuesto por partículas. Del principio de flota-
       bilidad de Arquímedes se pudo deducir que los cuerpos menos
       densos, al tener más volumen por unidad de masa, contienen más
       vacío entre sus partículas constituyentes. En este sentido, el ato-
       mismo de Leucipo y Demócrito ya tenía un par de siglos de exis-
       tencia y  daba pie a  todo tipo de especulaciones.  Lo  que  sí es
       evidente es que Arquímedes no dejó escrita ni una sola línea de
       suposiciones azarosas; más bien al contrario, utilizó en todo mo-
       mento las matemáticas para demostrar y dar apoyo a sus afirma-
       ciones, circunstancia que lo diferencia de los filósofos griegos de
       su época.





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