Page 12 - Un Libro de Porqueria
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7. EL CITROËN

      Marcelo Miceli, “El Pulga” para todos, manejaba su Citroën como
    si fuera un fórmula uno.

      En él, íbamos y volvíamos del campo de deportes o de la Facultad.

      En él, repasábamos las materias.

      Y en él, estudiábamos la rutina de los chistes que íbamos a contar,
    al punto tal que los teníamos ordenados numéricamente y en cual-
    quier momento, alguno se acordaba del número, lo decía y el otro
    moría de risa.
      Los otros ocupantes del auto no entendían nada.

      El Citroën era un auto con trampas, cuando levantabas la ventani-
    lla, tenías que ponerle una goma en el marco para que, al tomar ve-
    locidad, no te golpee el codo al caerse. (Pues siempre se  caía y te
    partía el codo)

      Y cuando algún otro se sentaba adelante, (en mi lugar) yo le sacaba
    la goma, sin que se dé cuenta,  para que lo golpee.

      En el Citroën fuimos a Mar del Plata solo para que le declare su
    amor a Julia Da Silva “la Colorada”.
      Las cosas que hice por “El Pulga”.

      Sigo.

      Con  “El Pulga” tenemos varias cosas en común, el desequilibrio
    emocional, la espontaneidad, la burla sana, esa chispa de maldad etc.

      Con solo mirarnos, sabíamos lo que el otro iba a decir, uno empe-
    zaba la frase y el otro la terminaba.

      Los movimientos y/o gestos con la cara eran comunes. Sobre todo
    cuando dábamos algún parcial o final o simplemente cuando estu-
    diábamos.
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