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Recuerdo todavía esas caminadas por los pasillos, rodeado de las miradas de todos
los hombres de mi familia que habían pasado por el colegio colgadas en los mosai-
cos. Su presencia, sin embargo, jamás me impuso ningún tipo de presión y disfruté
verlos y saludarlos todo el tiempo que estuvieron exhibidos. Han pasado ya 14 años
y llegó mi momento de acompañarlos en esas paredes, marcando así, por fin, el
culmen de una etapa plagada de historias y aprendizajes. Escribir este texto significa
para mí uno de los sueños más esperados de mi vida escolar y en un año tan carente
de emociones fuertes, parece mentira estar sentado aquí, dándole fin a este proceso.
Este cuadro no estaría completo sin los agradecimientos. Llegar hasta aquí es un
logro que no alcancé solo y aunque las palabras jamás serán suficientes es indispen-
sable dar las gracias a todos los que me acompañaron. Gracias a mi mamá, luz de mi
vida, que ilumina hasta el más oscuro de mis días; a mi papá, maestro de maestros,
que me enseñó, entre muchas cosas, la lección más importante de todas: la vida se
trata de pasiones y vale la pena luchar por ellas siempre. A mi hermano, por ser mi
compañero y mi gran amigo y a Camilo, mi tío, por ayudarme a crecer en la distancia.
Gracias a mis profesores, con quienes compartí y aprendí muchísimas cosas y
aunque varias de esas cosas las he olvidado ya, a ellos los recordaré por siempre con
cariño; a mis compañeros y más que nada a mis amigos, quienes hicieron sin duda
que esta experiencia fuera maravillosa. Me llevo conmigo las risas, los momentos y
las miles de historias, bonitas y no tan bonitas.
Me voy cargado de sentido, expectante y emocionado por lo que viene, con muchos
sueños por cumplir y muchas pasiones por las cuales seguir luchando. Me siento
orgulloso de haber llegado hasta este punto y me despido nostálgico de este, mi
colegio.