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Como un péndulo que viene y que va.

                                                     Esa sería  la manera más  precisa  de describir mi paso por el colegio:  felicidad  y tristeza,
                                                     satisfacción y disgusto, euforia y nostalgia. Sin embargo, este péndulo tuvo la especial carac-
                                                     terística de oscilar la mayor parte de su tiempo en el lado agradable de la vida: el de los
                                                     cachetes adoloridos de tanto reír, el de los recuerdos inolvidables, el de las amistades inque-
                                                     brantables. Siempre creí que estos momentos de felicidad no tendrían fin, que el día de la
                                                     graduación nunca llegaría. Los años pasaron, acumulé risas, experiencias y despedidas, sin
                                                     darme cuenta de que me acercaba a la última. Aun así, me iré con una imagen amena del
                                                     colegio, lo recordaré como aquel lugar atestado de mesas de cuatro puestos donde nos
                                                     sentábamos de a docena, como una fuente casi ilimitada de anécdotas y alegrías, como un
                                                     espacio de formación personal más que académica, como un lugar donde pasé algunos de
                                                     los mejores momentos de mi vida.
                                                     Pero, nos guste o no, todo llega a su fin. Me voy del colegio con el corazón lleno de nombres.
                                                     En primer lugar, debo agradecer a mi familia por siempre estar ahí para mí y por esforzarse
                                                     para que yo sea una persona íntegra. También quiero agradecer a todos los profesores que
                                                     hicieron parte de mi proceso de formación, en especial a Fercho, Muñe y Jenny, quienes
                                                     ayudaron a moldearme como la persona que soy. Finalmente, agradecer a aquellas personas
                                                     que hicieron de mi paso por el colegio el mejor posible, personas en quienes puedo confiar
                                                     ciegamente, a quienes estimo como a nadie, con quienes cada experiencia vivida es perfecta,
                                                     y quienes desarrollaron una capacidad auditiva única para entender mi mal hablado: María
                                                     Alejandra, Daniel, Oliver, Sofía, María José, María José y, por último pero no menos importante,
                                                     a Tomás, quien ha sido más que un hermano y un pilar fundamental de mi vida en estos años.
                                                     Espero que ustedes sigan alegrando mi vida por el simple hecho de existir.

                                                     Ahora sí, como diría Platón en una clase de inglés: “Cʼest fini”.
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