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siasmo mientras accedía al interior.
—¡Sí! —exclamaron los niños al unísono.
Kira mostró la caja que habían encontrado bajo la baldosa.
—Mira, Rocío, una nueva caja —dijo Jairo emocionado.
Abrieron lo que era otra lata de conservas muy bien decorada
y que en algún momento había servido para contener
galletas. En ella encontraron un sobre. Lo abrie-
ron y leyeron el siguiente mensaje:

“Oro por ser Rey.
Incienso por su divinidad
y Mirra por su humanidad”.

Kira le dio la caja a Rocío. Ésta
la observó con mucho deteni-
miento. En su interior, ade-
más del mensaje, encontró
varios documentos y cartas,
junto con un diario escrito
a mano. Rocío leyó en voz
alta una de las cartas:

“Estimada Ainara,
he recibido con gran entu-
siasmo tu propuesta de co-
laboración en la investiga-
ción arqueológica en Persia.
Estoy ansioso por unirme a
ti en esta fascinante aventura.
Mis respetos a Lawrence de Ara-
bia, a quien tuve el honor de co-
nocer en una conferencia en Oxford.
Espero con ansias el inicio de nuestra
expedición”.

—¿¡No os parece increíble!? —exclamó Kira —.
Parece que la señora Ainara colaboró con arqueó-
logos famosos y que tenía conexiones con el mismísimo
Lawrence de Arabia.