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revisado y la cocina o cocineta, como la denominaba el plano.
        —Tiene que estar ahí. "Yo soy la luz que os guiará", Kira. El haz
        de luz va hacia la cocina. Mira. En el plano hay una mancha grande
        que ha borrado parte de las indicaciones.
        Los niños siguieron el haz de luz azul y vieron que señalaba una
        alacena que hacía la función de platero y despensa. Revisaron la
        cocina una y otra vez. Las baldosas del suelo estaban dispuestas
        en forma de damero en blanco y negro, enmarcado por un marco
        de cuadrados más pequeños. Los niños revisaron una a una todas
        las baldosas de nuevo.
        —¡Mira, Jairo! Aquí parece que hubo un mueble. Aún quedan hue-
        llas de las patas.
        Jairo se acercó hasta su amiga y, efectivamente, el suelo estaba
        un poco desgastado y se había rayado, dejando entrever que algún
        tipo de mueble podría haber estado ahí durante mucho tiempo.
        —¡Kira, los rayones del suelo! —Jairo se acuclilló y empezó a se-
        guir los desperfectos del suelo producidos por algún elemento pe-
        sado al ser arrastrado.
        —Jairo, parece que movieron la alacena de lugar, y eso rayó el
        suelo —dedujo Kira mientras observaba la dirección de los des-
        perfectos del suelo.
        Los niños se acercaron de nuevo a la alacena para observarla me-
        jor.
        —Parece como si corriera un poco de aire —le dijo Kira a Jairo
        algo sorprendida.
        —Tienes razón. Se nota una pequeña brisa —reconoció Jairo—.
        ¡Kira, vamos a intentar mover el mueble!
        Los niños hicieron un esfuerzo titánico para desplazar la alacena.
        Esta se movió un poco, lo suficiente para ver lo que parecía una
        puerta.
        —Es una puerta —gritó Kira —. Empuja un poco más, a ver si
        conseguimos abrirla.
        Después de un rato consiguieron desplazar la alacena lo suficiente
        como para acceder a la puerta con comodidad.
        —Espera, Kira. Voy a ver si la puedo abrir —Jairo giró lentamente
        la manivela y la puerta se abrió, dejando pasar un aire frío que
        se estampó contra sus rostros. Cuando la luz iluminó la estancia,
        pudieron ver que no era de grandes dimensiones y que tenía como
        dos reclinatorios y un pequeño altar. El suelo estaba decorado con
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