Page 32 - El toque de Midas
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que  comenzaría  la  remodelación.  Durante  esos  seis  años  observé  desde  la  ventana  de  mi
  departamento ese proceso, o fiasco, como en realidad debería llamársele: no lograron cambiar nada.
        Entonces decidí hacer algo al respecto porque, el hecho de que esa hermosa pista no estuviera

  disponible para los ciudadanos y los visitantes, me parecía un desperdicio. Le escribí al alcalde
  Koch, a cargo del asunto en aquel tiempo; le ofrecí construir una pista nueva y tenerla disponible en
  seis meses sin costo para la ciudad. Yo sólo quería regalársela a Nueva York y a los ciudadanos.
        El alcalde desdeñó mi oferta y mi sinceridad, y publicó mi carta en los periódicos de la ciudad

  para mofarse de mí. Sin embargo, su táctica se le revirtió en cuanto los periodistas y el público en
  general  se  pusieron  de  mi  lado.  Hubo  una  fuerte  reacción  por  parte  de  la  prensa  y  un  periódico
  comentó: “Lo único que ha demostrado el gobierno de la ciudad es que no puede con su trabajo”.
        El alcalde Koch se retractó al día siguiente y, de pronto, Nueva York quería que me hiciera

  cargo del asunto. Tuvimos una junta con los funcionarios; acordamos que yo pondría el dinero para la
  construcción y estaría lista en seis meses, es decir, a mediados de diciembre de 1986. Cuando la
  pista  se  abriera,  y  si  llegaba  a  funcionar  para  el  público,  la  ciudad  me  rembolsaría  hasta  tres
  millones. Pero si yo me salía del presupuesto, entonces el excedente correría por mi cuenta. Por

  supuesto, estaba muy emocionado de poder hacer algo con la pista Wollman.
        Fue un proyecto enorme porque, para empezar, la superficie de la pista tiene un acre, y requiere
  35 kilómetros de ductos y dos unidades de refrigeración, cada una de 17 toneladas y media. Además,
  el techo del resguardo para los patinadores tenía agujeros y daños por fugas de agua; por si fuera

  poco, había serios problemas de liderazgo en los trabajos realizados. Sabía que, si quería ver la
  pista terminada, tendría que participar activamente en la remodelación. Hablé con muchos expertos y,
  finalmente, di con el mejor constructor de pistas de patinaje disponible. Día tras día, verifiqué en
  persona los progresos, tanto en el sitio, como desde mi departamento.

        Después  de  dos  meses  de  iniciado  el  proyecto,  comencé  a  pensar,  por  momentos,  que  mi
  reputación se vería seriamente dañada si aquel ambicioso plan no daba resultado. Además, era obvio
  que la prensa se pondría en mi contra de inmediato. A pesar de todo, mantuve intacta la visión que
  tenía de una hermosa pista terminada, y me concentré en la idea de que el proyecto sería benéfico

  para la ciudad y sus habitantes, quienes ya habían vivido seis años de mala suerte. De verdad quería
  ayudarlos a efectuar un cambio.
        La  pista  se  inauguró  después  de  cinco  meses  de  trabajo,  con  un  costo  total  inferior  al
  presupuesto original y 30 días de anticipación. Sobra decir que me sentí muy aliviado y orgulloso.

  Quedó  bellísima  y  en  la  ciudad  se  pudo  vivir  una  atmósfera  de  celebración  porque  comenzó  a
  funcionar a tiempo para las fiestas decembrinas. Tuvimos una inauguración de gala a la que, para
  celebrar un día tan especial, asistieron Peggy Fleming, Dorothy Hamill y Scott Hamilton, entre otros.
  Ver la pista de patinaje Wollman abierta al fin, me produjo una sensación increíble. Por otra parte,

  todas las ganancias se donaron a obras de caridad y al Departamento de parques de la ciudad. A eso
  llamo volver la mala suerte en buena, grande y para todos: el toque de Midas.



  Desglose: Fuerza de carácter



  Las historias que presentamos en este capítulo muestran que la fuerza de carácter es fundamental para

  desarrollar el toque de Midas. El pulgar representa esa fortaleza porque es uno de los dedos que nos
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