Page 33 - El toque de Midas
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permite sujetar las cosas y ejercer control sobre ellas. Nos separa del resto de los integrantes del
  reino animal porque, gracias a él, tenemos manos, no garras. El pulgar también representa, de manera
  simbólica, la habilidad del empresario para renovar los bríos cuando los demás salen corriendo, se

  ocultan, renuncian o culpan a otras personas de sus fallas. También es emblema de la habilidad única
  del empresario para transformar los tiempos difíciles en triunfos.
        Estoy  seguro  de  que,  si  las  ganancias  estuvieran  garantizadas,  muchos  se  convertirían  en
  empresarios. Lo sé porque ya me ha tocado escuchar a mucha gente decir con un profundo suspiro:

  “Claro que sería maravilloso ser mi propio jefe”. Y es que, la noción de poder decidir cuánto tiempo
  trabajar y la forma de hacerlo, suena muy bien. Sin embargo, hay otros para quienes el aspecto más
  atractivo de ser empresario radica en la satisfacción de construir un negocio y, tal vez, obtener gran
  popularidad y fortuna. Pero… ¡si no fuera por ese maldito miedo al fracaso!

        El miedo al fracaso es una de las razones por las que la mayoría de las personas decide no
  involucrarse en actividades empresariales. Y es que el temor a equivocarse es mucho mayor que los
  deseos de sobresalir. Claro, la vida, por desgracia, tiene altibajos, y eso significa que, si quieres
  triunfar, deberás también aceptar que a veces se pierde. Lo que definitivamente hay que entender es

  que, vivir en medio de ambas opciones, es imposible. La vida nos lanza golpes fuertes, nos guste o
  no, y esperar que sólo nos sucedan cosas buenas, es poco realista. Por eso, lo que diferencia a los
  empresarios con el toque de Midas de los demás es que, cuando afrontan una pérdida, se recuperan
  de  inmediato,  aprenden  de  sus  errores  y  siguen  adelante.  Los  empresarios  exitosos  saben  que  la

  experiencia ganada a través de sus fracasos les brinda sabiduría y fuerza para afrontar el siguiente
  desafío. Hay muchas personas a quienes el fracaso convierte en perdedores, pero a los empresarios
  con el toque de Midas, los hace más inteligentes.


  El salón de clases vs la vida

  La  paradoja  es  ésta:  si  a  los  estudiantes  con  calificaciones  excelentes  se  les  considera  los  más

  inteligentes,  ¿entonces,  por  qué  no  todos  se  convierten  en  empresarios  excesivamente  ricos?  La
  respuesta es que la mayoría de dichos estudiantes son ganadores en un salón de clases en donde
  sobresale quien comete menos errores y se equivoca menos. Ahí aprenden que las equivocaciones y
  las fallas son malas y, por lo tanto, se esfuerzan para tener un desempeño excelente. En contraste, en

  el mundo real de los empresarios, sólo ganan quienes cometen más fallas y aprenden de ellas con
  mayor rapidez. Los negocios recompensan a la gente así.
        Lo anterior significa que los programas de educación tradicional, tratan de eludir los desafíos
  en  los  que  existe  el  riesgo  de  cometer  errores,  o  se  acercan  a  ellos  con  demasiada  cautela  y

  vacilación,  lo  cual  no  es  mucho  mejor.  Algunas  personas  se  quedan  paralizadas  en  ese  tipo  de
  situaciones y no son capaces de tomar una decisión, ni buena ni mala. Por eso no es sorprendente que
  la mayoría de la gente se pase la vida tratando de evitar el riesgo. Ese tipo de personas prefiere
  recibir un cheque de nómina constante y contar con un empleo, que adquirir gran riqueza y llegar a

  poseer sus propios negocios. Y claro, si eso es lo que en verdad quieres, no hay nada de malo en
  ello.
        Los  empresarios  aman  los  desafíos  a  pesar  de  que,  en  muchos  casos,  no  fueron  estudiantes
  sobresalientes.  Ellos  saben  y  aceptan  el  hecho  de  que,  en  el  futuro,  se  encontrarán  con  errores,

  frustración,  desventajas  y  fracasos.  Saben  que  su  verdadero  salón  de  clases  es  la  vida  y  la
  posibilidad de sobreponerse a las derrotas, ahí encontrarán el camino para ser mejores empresarios.
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