Page 196 - Donde termina el arco iris
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CECELIA AHERN Donde termina el Arco Iris
SOLTEROSAM: Tiene su parte buena estar solo en Navidad, disfrutar de un poco de paz
y tranquilidad.
DAMASOLITARIA: Paz y tranquilidad absolutas.
AMAPOLA: Sí, mucha tranquilidad...
SOLTEROSAM: ¿Sabéis?, mi ex y yo solíamos ir de fiesta en fiesta por Navidad, no
parábamos quietos un momento, la noche que no salíamos recibíamos en casa.
Apenas teníamos tiempo para nosotros. Pero esto es muy diferente. Nadie me
da la lata. Este año nada de fiestas ni de invitados...
AMAPOLA: A mí me pasa lo mismo.
DIVORCIADA_I: ¿A quién intentamos engañar? ¡Qué horror! He pasado la peor Navidad
de mi vida.
AMAPOLA: Yo también.
SOLTEROSAM: Yo también.
DAMASOLITARIA: Yo también.
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De: Julie Casey
Para: Rosie
Asunto: Fax para ti
No quisiera molestar mientras estás tan «ocupada» trabajando (¿cómo está
Ruby?), pero hace unos minutos ha llegado un fax a mi despacho. No iba dirigido a ti
pero al leerlo he descubierto que sólo podía ser para ti. Además, ¿cuál de los demás
empleados daría mi número de fax para su uso personal? Al final me ha parecido leer
un «de parte de Josh» y una firma. Ven a recogerlo a mi despacho. Ah, y desvía todas
tus llamadas a mi número y trae dos tazas de café y una cajetilla de cigarrillos.
«VIDAS SOCIALES», POR ELOISE PARKINSON
Aquellos de nosotros que tuvimos la suerte de asistir a la boda del año (o, al
menos, a la boda de la semana) podemos dar fe del lujo, la sofisticación y el
esplendor que se derrocharon para deleite de los trescientos afortunados invitados de
los señores Williams en la boda de su hija Bethany con el doctor Alex Stewart.
No se reparó en gastos para la ceremonia nupcial que tuvo lugar en la capilla de
la Universidad de Harvard, donde vibrantes arreglos fl orales de rosas y velas rojas
flanqueaban el pasillo como luces que iluminaran una pista de aterrizaje para que la
exquisita pareja despegase hacia su vida futura de felicidad compartida.
Bethany, 34, lucía impecablemente deslumbrante, como siempre, con un
elegante vestido diseñado especialmente para ella por el famoso amigo de las
estrellas (y mío) Jeremy Durkin. El canesú lo embellecían diez mil perlas que
disimulaban el estado de buena esperanza que está en boca de todos. La falda, de
estilo bailarina, hecha con infinitas capas de delicado tul, hacía frufrú mientras la
novia flotaba camino del altar del brazo de su orgulloso padre, el prominente
cirujano Reginald Williams.
Miranda Williams estaba perfecta en su papel de madre de la novia con un traje
chaqueta escarlata de Armani a juego con un fabuloso sombrero de Philip Treacy que
casi hacía sombra a su hija. Las modelos (y amigas novísimas de Bethany) Sara
Smythe y Hayley Broadbank fueron las damas de honor de Bethany y, ataviadas con
provocativos vestidos de seda roja a mil rayas que revelaban parte de sus escasas
curvas, sostenían media docena de rosas entre sus dedos con manicura francesa. El
ramo de la novia lo formaban media docena de rosas rojas y otra media de rosas
blancas (y lo cazó al vuelo nada más y nada menos que moi). El pelo rubio y largo,
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