Page 20 - Luna de Plutón
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Sin embargo, Claudia se había memorizado el camino por donde vino, y, en
silencio, subieron las altísimas escaleras mecánicas que los llevaron hasta la salida del
parque, que desembocaba en una redoma con una mórbida fuente de ignominiosa y
grotesca forma de varios cientos de metros de altura, en donde podía verse una
autopista que se perdía de vista entre el grisáceo y nocturno ambiente de Plutón. Por
allá, al fondo, se veían montañas negras y quebradizas, difuminadas por una tenue luz
amarilla.
—Supongo que aquí nos despedimos.
—Fue un placer conocerte, Claudia.
Knaach le tendió una pata a la niña, y ella, solemne y firme, se la estrechó con
cuidado (como buena señorita de Ogroroland; consciente de su inhóspita fuerza para
no cometer la descortesía de hacerle los huesos puré a otra persona).
—Te deseo suerte con tu misión —se despidió el felino, sintiendo como si una
máquina apisonadora le estuviera aplastando los dedos de su pata.
Como las despedidas siempre la incomodaban hasta el borde del sentimentalismo,
Claudia trató de alejarse lo más que pudo en el menor tiempo. Caminó durante un
rato, oyendo nada más que sus pisadas, hasta que se encontró con una parada de