Page 40 - Luna de Plutón
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—Es un zellas —dijo la ogro.
—¿Un zellas?
—Bueno, a decir verdad, una zellas —repuso.
Knaach se acercó lo suficiente, y se sentó.
—¿Es lo que me dijiste que andabas buscando, verdad? —preguntó—. El único
medio en el que pueden confiar para mandarse mensajes.
—Así es.
El león inspeccionó a la zellas de arriba abajo.
—¿Y cómo haremos para arrojarla del tren? —preguntó entonces—. ¿Abriendo
una ventanilla? ¡Eso sería peligroso!
La zellas golpeó su espalda contra el estante, abriendo más los ojos, y viendo a
Knaach, aterrorizada.
—¡¡No seas bruto!! —reclamó Claudia, volteando la cabeza y frunciendo el ceño.
—Pero si me estás diciendo que ellos mandan mensajes…
Claudia se puso de rodillas frente a la zellas, viéndola con comprensión.
—Ya te dije que es porque entre ellos existe un nexo psíquico formidable, puede
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hablar mentalmente con otros zellas que trabajan para el Ministerio de Iapetus —
explicó. Knaach giró los ojos y se quedó viendo a la niña con apariencia de gato,
quien, a pesar de sentir menos aprensión con Claudia, seguía viéndolo a él con una
temerosa desconfianza.
Claudia tendió su mano con el bombón con forma de Plutón.
—¿Te gustan los chocolates?
La zellas vio con temor las enormes manazas de la ogro. Giró la cabeza hacia la
derecha, como si quisiera pegar la cara al hombro.
—No tienes que aceptarlo si no te parece prudente —la tranquilizó Claudia,
bajando la mano—. Solo queremos hacer algo por ti, para que nos prestes tu ayuda,
que en estos momentos nos sería invaluable.
Aquella niña de orejas largas, que apenas medía medio metro, miró a Claudia a la
cara con aquellos inmensos y penetrantes ojos felinos. Se fijó en la expresión de su
rostro y, cuando hubo analizado a la ogro lo suficiente como para considerarla digna
de confianza, movió un poco su nariz (que parecía un pequeño botón negro) y abrió
la boca:
—¿M… Me po… Podría ayu… Ayuda… r?