Page 45 - Luna de Plutón
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MISIÓN NO AUTORIZADA
—¿Quién quiere hablar conmigo? —preguntó Knaach, nervioso.
—La gente del Ministerio de Ogroroland, y mi padre.
El león agitó la melena, de mal humor.
—¿Y qué tengo que hacer?
—Pon cuidadosamente tu pata sobre el hombro de ella —le indicó, quitando su
mano izquierda del hombro de la zellas— y cierra los ojos si quieres tener mayor
concentración.
Knaach se acercó unos pasos, se sentó al lado de Claudia, e hizo lo que se le
indicó, acercando su pata al huesudo hombro peludo de la niña, imaginando, algo
asustado, que al primer contacto con ella sentiría una descarga eléctrica. El felino no
sintió absolutamente nada y, por momentos, pensó que con él, la conexión no
funcionaría, pero se dio cuenta de cuán equivocado estaba apenas cerró los ojos…
La primera sensación fue de vacío y terror: por un momento, sintió que viajaba
por el interior de un tornado infinito y que volaba como una hoja arrastrada por un
agresivo ventanal a través del embudo. Pensó que perdería el equilibrio, pero una
parte de su mente lo tranquilizó y convenció de que todavía seguía ahí, sentado en un
tren aéreo que surcaba a toda velocidad una órbita de Plutón.
Una voz alterada, profunda y rasposa provino del interior de lo que parecía un
hueco en el suelo.
—¿¡HOLA!? ¡¿HOLA?! ¡HOLA!
Sintió que la intensidad de aquel sonido le dañaba algún lugar del cerebro.
Decidió seguir los pasos de Claudia, susurrando: «Hola».
El león escuchó su propia voz alejarse como un eco. La respuesta no se hizo
esperar.
—¡¿HOLA?! ¡¿QUÉ INTENCIONES TIENE CON MI HIJA?!
Se quedó pasmado por varios segundos.
—Solo la acompaño, estoy muy agradecido de que haya decidido liberarme del
circo —musitó—. Le aseguro que no tengo malas intenciones.
—¡SEPA USTED QUE NO TOLERAREMOS QUE MI HIJA SE CASE CON
OTRA PERSONA QUE NO SEA DE OGROROLAND!
Knaach tuvo que morderse la lengua para no soltar ninguna palabrota, mientras la