Page 49 - Luna de Plutón
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científicos que aseguran que hay cosas ocultas dentro, pero siempre han sido objeto

  de burla por parte de los institutos espaciales más serios.
       Cuando salieron del vagón de abajo (que era una réplica del que había arriba) el

  león contestó la segunda pregunta.

       —La Estación Espacial de Plutón es una parada que el tren alcanzará mañana en la

  tarde, lo recuerdo porque lo vi en el panel. Debemos estar muy pendientes del reloj
  para saber cuándo bajarnos, acuérdate que en Plutón nunca amanece ni es de tarde.

       Se escuchó el agudo pitido:

       Rogamos su atención, por favor… El capitán del tren ha indicado que dentro de

  pocos  minutos  entraremos  en  una  turbulencia,  pedimos  por  favor  a  todos  los
  pasajeros  que  tengan  la  amabilidad  de  retornar  a  sus  asientos  lo  antes  posible.

  Muchas gracias y disculpen la molestia.

       —Me temo que vamos a tener que apresurarnos, lo siento.
       Claudia  se  encogió  de  hombros  y  asintió  a  las  palabras  de  su  compañero.

  Apresuraron el paso, atravesando los vagones lo más rápido que podían, retrasados en

  ocasiones por filas de personas que también intentaban regresar con prisas a ocupar
  sus puestos.

       —Claudia, ahora soy yo quien quiere hacerte unas preguntas.

       —Dispara.

       —Escuché que tu padre, es decir, Metallus, dijo que seríamos la escolta de alguien.
       —Sí, así es.

       —¿Te importaría decirme de quién?

       Cruzaron otra puerta automática.

       —Se  trata  de  un  espía  profesional  de  los  ogros,  Kannongorff.  Su  misión  es
  extremadamente peligrosa.

       —¿Por qué?

       —¿Recuerdas que los ministros hablaron de una nave-casino?
       —Sí.

       —Pues él tiene que abordarla.

       Repentinamente, todas las luces del tren se apagaron, desde afuera, podía verse la

  larga fila de vagones desaparecer en la noche, sin dejar rastros, y luego reaparecer otra
  vez, parpadeando cuatro veces.

       Varios pasajeros empezaron a gritar, mientras que las aeromozas veían al techo,

  confundidas.

       Knaach  pensaba  que  era  hora  de  poner  a  prueba  qué  tanta  confianza  le  tenía
  Claudia.
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