Page 51 - Luna de Plutón
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que cubrió toda nuestra luna, y mató a miles de personas. Fue un infierno: los
hospitales no podían albergar a tantos ogros, todos enloquecían porque además de
provocar una muerte dolorosa y lenta, el gas tóxico que llevaba esa nave producía que
la piel se secara lentamente, hasta marchitarse, junto con tus huesos.
Knaach tuvo que cerrar los ojos por un momento, indicando que no deseaba
escuchar más detalles al respecto.
—¡Pronto, ninguna nave comercial se atrevía a acercarse a Iapetus! Muchos lo
intentaron, pero los tripulantes se vieron contagiados, y algunos incluso murieron
antes de llegar a establecer contacto con nosotros, dejando muchas naves fantasmas en
nuestra órbita, que hasta hoy permanecen ahí. A pesar que nuestra tierra era de
enorme valor, las naciones decidieron cancelar los trayectos a Iapetus, y nuestra
principal y única fuente de economía fue muriendo lentamente.
Quedaron a oscuras otra vez, el bullicio de los pasajeros no se hizo esperar:
empezaron a murmurar y gritar, pero, casi burlonamente, la luz quedó restablecida al
momento, parpadeando dos veces antes de volver a alumbrar el vagón.
—Más tarde el emperador Gargajo se acercó a nosotros, y entonces fue cuando no
nos quedaron dudas de que aquella explosión no fue un accidente: sus naves
aterrizaron sin problemas en Ogroroland, indicando que ellos poseían la vacuna para
el virus venenoso. En vez de intentar reparar su error y regalárnosla, decidieron
venderla a precios exorbitantes. Fue el colmo de la indignación, pero no podíamos
hacer nada, el gobierno solo hacía lo posible para la supervivencia de los ogros.
Cuando ya no podían costear más vacunas, decidieron intercambiarla por nuestra
tierra… Todavía puedo recordar las inmensas fortalezas espaciales que cubrían el
cielo, tan grandes como montañas, que venían a cargar toda la arena que podían, hasta
dejar cráteres y surcos descomunales alrededor de nuestras ciudades. Fue horrible, el
sonido de sus máquinas era infernal, varias casas fueron arrasadas accidentalmente
por los enormes tubos que sorbían la tierra. No les importaba nada. Las luces de las
fortalezas dejaron ciegos a muchos niños. No paraban.
A medida que pasaban por los vagones llenos de pasajeros, podían ver hacia
adelante una infinita fila continua de letreros brillantes encima de los asientos que
rezaba: «Por favor, abrochen los cinturones de seguridad».
—Toda esa tierra fue utilizada por el imperio de Gargajo para ser vendida por él
mismo, desde luego. Se hizo una de las figuras más ricas del Sistema Solar en menos
de un zikle. Mientras que la nube de gases tóxicos no se dispersaba nunca de Iapetus.
Ellos decían que las fortalezas espaciales regresarían en poco tiempo, para seguir
cargando más, a cambio de una paga miserable.