Page 54 - Luna de Plutón
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luces del vagón estaban encendidas. El traqueteo de la lluvia golpeando las ventanas

  era ensordecedor.
       —¡Ha pasado algo muy grave!

       Se escuchó un relámpago, desde todas las ventanas entró un destello blanco que

  duró segundos.

       —¿Qué sucede? —preguntó Claudia, asustada y mareada.
       —Han encontrado a un ogro muerto en el tren.

       La niña se incorporó en el asiento y parpadeó varias veces, frotándose las sienes.

  Se dio cuenta al ver por la ventanilla que el tren había aterrizado.

       —¿Un ogro? Pero si no vimos ninguno ayer…
       —Eso  es  lo  que  me  ha  dicho  la  azafata  y  no  creo  que  haya  estado  mintiendo,

  incluso se acercó para saber si tú eras familiar. Hemos aterrizado en la estación más

  cercana.
       Otro relámpago, y otro destello de luz blanca en su ventana, le recordó a Claudia

  volver a asomarse, a medida que el pulso se le aceleraba.

       —¿Dónde estamos? —preguntó en voz baja, viendo al león de cerca.
       —En la Lágrima de Plutón.

       Knaach saltó de su asiento y giró para encarar a Claudia.

       —El tren ha tenido que aterrizar de emergencia por el hallazgo. Han empezado a

  evacuar a todos los pasajeros. Casualmente, la Lágrima de Plutón era la estación más
  próxima cuando hallaron el cadáver. ¿Te parece que es una coincidencia?

       —Tengo… Tengo que ver el cuerpo —gimoteó la chica, nerviosa.

       Se puso de pie, y cuando salió de su asiento, la bandeja de aluminio con el pollo

  se volcó.
       Bajaron  las  escaleras  a  prisa,  encontrando  el  vagón  vacío,  y  las  puertas

  automáticas, que estaban todas abiertas, mostraban que en los vagones de allá y más

  allá, tampoco había pasajeros. El tren estaba vacío. La gente se apilaba en la estación,
  sujetando  sus  sombrillas  y  su  equipaje,  y  colocándose  sus  impermeables;  muy

  parecido al público gris de un funeral.

       Las  naves  de  la  policía  habían  aterrizado  alrededor,  y  los  oficiales  estaban

  acordonando  el  área,  colocando  sus  micrófonos  cerca  de  las  bocas  de  las  azafatas,
  tomando sus declaraciones. En el medio de la plaza, tras el andén de pasajeros, había

  cuatro camillas puestas juntas: una al lado de la otra, y las otras dos igual, pero a la

  pata de las primeras. Esta fue la mejor forma en que la policía pudo apoyar el enorme

  cuerpo,  al  cual  cubría  un  manto  blanco.  Claudia  tragó  saliva,  a  medida  que  un
  desagradable destello helado le bajaba por la columna vertebral. El mentón le tembló,
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