Page 57 - Luna de Plutón
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—Eso ya es bastante obvio, ¿pero cómo se enteró de sus planes? ¿Nos escuchó

  alguien dentro del tren?
       —¿Cómo? A menos que nos hayan colocado micrófonos sin darnos cuenta, ¡no

  entiendo cómo pudo haber pasado esto!

       —Pero algo es claro… —terció Knaach, entornando los ojos hacia Claudia.

       —¿Qué cosa?
       —Pues que no detectaron tu presencia, si no, te hubiesen matado a ti.

       La chica se quedó en silencio, pensativa.

       El león movía su cola lentamente.

       —Sé quién está detrás de todo, Claudia…
       La chica enarcó las cejas y giró la cabeza para ver a su compañero.

       —La zellas, ella fue la culpable.

       —Es bastante inverosímil.
       —¡Piénsalo y dime si de verdad crees que lo es! Ella escuchó absolutamente todo

  y, además, tenía motivos, nosotros le dimos razones para que nos quisiera traicionar

  ¿no crees? Así que se comunicó con zellas que trabajan para Io, informando a la gente
  de Gargajo.

       —Dos cosas, Knaach; primero, nosotros confiamos muchos en los zellas porque

  ellos están en trance al momento de iniciar el nexo telepático. Es como un estado de

  inconsciencia, ellos no escuchan lo que decimos mientras estamos comunicándonos,
  es como hablar a través de alguien dormido. Segundo, la zellas nos delataría también a

  nosotros ¿no? Tú mismo lo has dicho, ¿cómo se explicaría entonces que sigamos con

  vida?

       El león chistó y bajó la cabeza.
       —Alguien estuvo siguiendo a Kannongorff…

       —Y es bastante obvio que él estuvo escondido en el tren aéreo, es imposible no

  ver a alguien que mide unos seis o siete metros —comentó Knaach, con ironía.
       Claudia dio un puñetazo a la mesa…

       Por momentos todo el bar tembló.

       —¡No puedo creer que se hayan burlado de Ogroroland otra vez!

       Generalmente,  el  cantinero,  un  sujeto  de  aspecto  bastante  tosco,  hubiese  puesto
  cara de vinagre y gritado a cualquier cliente que dañara alguna propiedad en su bar,

  pero  al  fijarse  bien,  decidió  quedarse  callado,  y  hacer  como  si  no  se  hubiese  dado

  cuenta.

       —Todo el plan se vino abajo antes de que ni siquiera empezara… —suspiró el
  león, con su mirada puesta en la llama que bailoteaba sobre la vela.
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