Page 58 - Luna de Plutón
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—No…

       —¿Hmm?
       —¡No!

       La niña se levantó.

       —Gargajo  no  hubiese  perdido  la  oportunidad  de  vengarse  de  mi  padre

  matándome, o aun secuestrándome. Ellos definitivamente no sabían que yo estaba ahí.
  ¡Y no lo saben aún!

       —Pues  sí…  —dijo  lentamente,  como  si  estuviese  hablando  con  alguien  de

  cuidado—. Creí que estaba sobreentendido; lo tuyo siempre fue un juego. Una simple

  misión boy scout pero quizá un poquito más peligrosa. Nada más.
       —¡Yo  completaré  la  misión!  Me  subiré  a  en  la  nave-casino,  ¡yo  misma  dejaré

  tuerto a ese grano de culo de cerdo de Gargajo!

       El león resopló burlonamente.
       —Creo que deberías tranquilizarte, niña…

       —¡Yo  soy  Claudia  Nefertitis  vön  Sugus  del  Titanium!  —gritó  a  todo  pulmón,

  levantando los brazos y apretando los puños.
       El cantinero pegó la espalda al estante de las botellas.

       —¿Podrías sentarte y utilizar el cerebro, por favor? —ordenó el felino en voz alta,

  malhumorado—. Date cuenta que lo que quieres hacer es estúpido e infantil.

       —¡No! ¡¡No!! ¡No lo es!
       —Que niña más malcriada eres.

       —¡NO!

       Claudia  empezó  a  saltar  repetidas  veces,  hasta  que  las  trenzas  de  su  pelo

  alcanzaban el techo. Su mesa y silla se volcaron violentamente, mientras que todas las
  otras que había en el bar comenzaron a dar tumbos y a moverse, al igual que las copas

  y las botellas sobre el mostrador. El barman se echó al suelo con ambos brazos sobre

  su cabeza. La gente que cruzaba frente al local tuvo que abrazarse a las columnas para
  no perder el equilibrio. Luego de dejar el suelo de cemento agrietado bajo sus zapatos

  de charol, la ogro se quedó parada, de brazos cruzados.

       —¡Espero que estés contenta con lo que has hecho! —gritó el felino, echado en el

  suelo boca arriba.
       La  frente  ceñuda  de  Claudia,  junto  con  sus  negros  ojos  y  su  boca,  que  ahora

  parecía una U invertida, se giraron para ver a Knaach.

       —¿No se te había ocurrido que ese Kannongorff es un agente entrenado? ¿Quién

  eres tú? Y eso que ni el más tonto se hubiera creído que esa misión iba a tener éxito —
  gruñó, mientras se levantaba apartando las sillas, con la melena desordenada—. ¿Qué
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