Page 63 - Luna de Plutón
P. 63

dura que un hueso.

       Llegó hasta un largo pasillo con una cinta mecánica en el suelo, que transportaba
  lenta y plácidamente a los pasajeros hasta el otro extremo. Alrededor, las paredes eran

  de vidrio y ofrecían una hermosa vista hacia las pistas, repletas de naves. A mitad del

  camino, el león sintió cómo la chica se ponía tensa y daba un respingo, a la vez que

  una ópera aparatosa salía de todos los altoparlantes del área. Era el himno nacional de
  Io. Claudia se dio media vuelta, y, mientras la correa la deslizaba, veía, en una pantalla

  enorme que flotaba a cientos de metros en el techo, la imagen de la nave-casino, con

  un  titular  electrónico  en  la  parte  inferior:  «Esta  noche  la  nave-casino  Herschel

  Magnatino  se  viste  de  gala  para  recibir  a  nada  menos  que  una  comitiva  imperial
  que…».  Fue  justo  en  ese  momento,  acompañado  con  una  pulsación  rápida  en  su

  corazón, que la chica sintió un nerviosismo acompasado, y consideró lo peligrosa que

  sería su misión. Hasta entonces todo aquello había sido como subir los escalones del
  trampolín, y ahora, de súbito, sentía que estaba en la plataforma, viendo un abismo

  insondable bajo ella. Sus palpitaciones aumentaron, su mentón tembló apenas abrió la

  boca para respirar, y sus rodillas flaquearon: Claudia tenía miedo, mucho miedo.
       —Si tu padre supiera lo que estás por hacer, seguro te mataría —susurró Knaach.

       La chica vio fijamente al frente.

       —Lástima que no podrá hacerlo, porque igual ya te habrán matado en la nave…

  Me parece que antes de hacer nada, deberías conseguir otro zellas y comunicarte con
  él.

       —Me lo prohibiría, por eso me comunicaré con él después de que haya dejado

  tuerto a Gargajo.

       —Espero que donde sea que vayan los ogros cuando mueren haya zellas, para que
  le des la buena noticia de que ha dejado de tener a una hija tan tonta. ¡Y no se te

  olvide dejarme en el suelo apenas compres tu boleto!

       Claudia  echó  un  ronco  bufido  de  hastío.  Un  bebé  blanco  y  cabezón,  quien  iba
  caminando con su madre (que tenía un ojo enorme y azul en el centro de la cara, una

  boca redonda y pequeña, y un mechón de pelo amarillo y largo anudado con un lacito

  rosado) se quedó viendo a la ogro, asustado. La cinta transportadora la dejó frente a

  los terminales. Una esfera con dos antenas a los lados y unos ojos tubulares se acercó
  flotando al flujo de pasajeros que salía del pasillo, de la rendija que había sobre el

  lugar que debía llevar la boca salía la voz de una mujer: Bienvenidos al área de venta
  de boletos para viajes de entretenimiento en naves espaciales. Por favor, recuerde

  que no se permiten llevar objetos afilados, radio-transistores de frecuencia superior
  a 29.3-4 y armas láser. Los pasajeros que tengan como destino abordar el Cometa
   58   59   60   61   62   63   64   65   66   67   68