Page 68 - Luna de Plutón
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fuese un condenado a muerte. Los policías no les quitaron la mirada de encima hasta

  que la puerta quedó cerrada. Una vez dentro de la cápsula transportadora (que estaba
  abarrotada de animales y personas extrañas, que reían a carcajadas y estaban vestidas

  como payasos), los pilotos se aprestaron a despegar. Claudia decidió mezclarse con la

  gente, sudando, mientras su corazón generaba la suficiente energía para mantener con

  vida por lo menos a veinte personas. Se sentaron al lado de un mago con un sombrero
  de copa enorme y unos conejos asomando las cabezas. La mujercita histérica fue la

  última en subir, los payasos empezaron a hacer pedorretas al verla. La ogro pensó que

  ella era la única con vértigo cuando despegaron. Los tumbos en la nave solo hicieron

  provocar más carcajadas entre los payasos, que ahora cantaban en grupo. Knaach no
  dijo una sola palabra en todo el trayecto.












       Al entrar en la vacuidad del espacio, la cápsula transportadora dejó de temblar por

  los embates del viento y la turbulencia. La espesa calma hizo prorrumpir un estallido

  de  aplausos  por  parte  de  los  payasos,  quienes  celebraban  su  llegada  al  espacio.  Se
  prendieron  varias  bombillas  rojas  con  un  cartel  luminoso  que  decía  «gravedad

  artificial  en  línea,  manténganse  en  sus  asientos»,  obviamente  nadie  prestaba  mucha

  atención a ello.

       El corcho de una botella de champaña pegó contra el techo, seguido por un chorro
  de espuma que se quedó flotando en el aire por varios segundos antes de precipitarse

  sobre  la  cabeza  de  todos.  La  falda  verde  de  Claudia,  que  estaba  sentada,  quedó

  manchada. Ella solo se limitó a sacudirla un poco, usando la champaña para limpiarse

  los labios de la sangre del pez, y quitarse disimuladamente su disfraz de ogro mujer,
  pues ya no había necesidad de fingir. Knaach parecía ajeno por completo al bullicio,

  solo veía a través de la ventana redonda, que ofrecía un panorama negro con puntos

  brillantes por todos lados.
       El aura oscura y fulminante que despedía al león le indicó a la niña que tal vez lo

  más prudencial sería no entablar conversación alguna, por lo menos hasta que fuese

  estrictamente necesario. Por el momento, se sentía con suerte de que ningún payaso,

  mago  o  encargueno  les  hubiese  preguntado  de  dónde  habían  salido.  Todos  estaban
  embebidos en su alegre celebración.

       El agudo ruido de las turbinas de la cápsula espacial se hizo más fuerte, indicando
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