Page 72 - Luna de Plutón
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—¿Qué has dicho?
—Pues… Podríamos decir, para despistar a la gente, que… Tú eres mi mascota —
dijo, lentamente, y con un tono de voz apagado.
—¡NUNCA!
La ogro vio a un lado y a otro.
—¡Shhht! ¡Baja la voz!
—¡NO SOY LA MASCOTA DE NADIE! ¡¡DE NADIE!! —gritó, dramáticamente.
—¡Cállate ya! ¡¡Cállate!! —susurró, con una vena hinchando su frente.
—¿¡POR QUÉ ME ORDENAS QUE ME CALLE!? ¿¡QUIÉN ERES TÚ PARA
CALLARME!? ¿¡QUIÉN TE CREES QUE ERES PARA DARME ÓRDENES!?
Claudia empezó a tirarse las trenzas de los cabellos de la desesperación, y optó por
morderse la lengua antes de empeorar la situación. La bestia resopló con fuerza y giró
la cabeza, viendo hacia otra parte.
—¡Por dios! ¡Qué pesado eres! ¡Era solo una solución! Es obvio que eso no es
cierto…
Knaach seguía con la misma postura, pero con los ojos entrecerrados, ofendido.
—No puedo creer que después de haber aceptado lucir como mi abrigo de piel te
enojes tanto por esto.
—Los abrigos de pieles son prendas lujosas y caras —murmuró testarudamente,
sin dignarse a observarla.
—Está bien, está bien, lo de la mascota hubiese sido una solución genial, pero
ahora, por ti, tendremos que buscar otra. Vamos a ver, ¿no sabes cuál es tu hogar?
¿Estás seguro de que no recuerdas el nombre de donde provienes?
—¿A qué viene otra vez esa pregunta?
—Porque podríamos decir que eres un embajador de tu tierra.
—Absurdo, mi luna fue destrozada por un fenómeno natural hace ya mucho
tiempo, o algo así tenía entendido, y no quiero hablar de eso.
—León histérico y malhumorado…
Knaach la vio de arriba abajo con desprecio, y le dio la espalda.
—Pues entonces seguiremos diciendo que somos del personal de espectáculos,
hasta que encontremos a Gargajo y nos separemos. Caminaron hasta las escaleras
mecánicas. A lo lejos, ambos se veían como puntos ascendentes. Una vez arriba, en la
plataforma, se dieron cuenta de que había una encrucijada con cientos de puertas
alrededor: la del centro, la más grande, era la única que estaba entreabierta, de ella
salía un estruendoso bullicio y música.
Los dados brillantes restallaban contra las mesas, las cartas caían sobre la madera,