Page 67 - Luna de Plutón
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con forma de triángulo, y unas zapatillas de payaso, le trancó el paso.
Claudia por poco aplasta a su amigo.
—¿Qué les pasa a ustedes dos, eh? —los espetó la mujercita, con su voz chillona,
mientras un diminuto canario azul que llevaba en su hombro piaba—. ¿Acaso no
saben qué hora ES?
El león jadeaba, Claudia, por poco, le arrojó un manotazo para apartarla del
medio. Los pasos tras ellos se multiplicaban.
—¿Son del comité de espectáculos, no? Menos mal que los vi corriendo, ¡si
llegaran a tiempo, no tendrían que pegar esas carreras!
La ogro levantó la mirada, y vio que estaban frente a la puerta 18, la última del
terminal: la puerta de empleados.
Knaach se quedó callado.
—¡Y ni hablar de los artistas que contratan hoy día! Si yo fuera el jefe, no habría
perdido el tiempo en ustedes… ¿Qué chiste tiene domesticar a un león si tienes el
tamaño que tienes? —le espetó airadamente a Claudia.
El guardia de seguridad se detuvo pausadamente, varios metros más atrás. La
mujercita puso ambos brazos alrededor de su ancha cintura, mientras fruncía los ojos
(como si fuesen sus cejas, que por cierto, no tenía; solo llevaba una pestaña gruesa,
larga y entornada en cada ojo).
—Je, pero no creas que no te voy a abrir un reporte ¿eh? Qué forma tan poco
profesional de presentarse, y más hoy, cuando damos nuestro espectáculo frente a
personas tan importantes. ¡Solo porque pareces llevar contigo un espectáculo digno
del Circo Jumbo Jumbo!
Le dirigió otra mirada fatal a la ogro y luego al león. Su canario se transportaba de
un hombro a otro detrás de su espalda, viendo con miedo al felino.
—¡Vámonos! ¿Quieren? ¡Vámonos ya!
Claudia observó a Knaach y, este, ceñudo y boquiabierto, la vio a los ojos. Ella
hizo un movimiento con los labios: no te queda otra opción… El empleado de traje
naranja, que hacía el trabajo que hacen las azafatas (con la diferencia que este atendía
a los empleados que trabajan en la nave), los veía de brazos cruzados, frente a la
puerta.
—Dis… Discul… pen, disculpen en verdad —gimió Claudia, con un hilo de voz
—. Se nos hizo tarde.
Puso una mano en la espalda del león.
—Vamos, Knaach.
El felino, sin pronunciar palabra, la siguió cabizbajo a través de la puerta, como si