Page 66 - Luna de Plutón
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sobre lo que sucedió con el espía secreto, eso es importante.
Ambos empezaron a caminar de vuelta a la cinta transportadora.
—Míralo por el lado bueno, Claudia —la consolaba el león—. A mí no me gustan
las despedidas, y menos cuando sé que una amiga va a morir. Me hubiese hecho muy
mal ver cómo te ibas en esa cápsula.
La ogro suspiró profundamente, con ambas manos metidas entre la cinta que
estaba anudada en su cintura.
—¿Qué más puede hacerse por aquí?
—Hmmm, nada que yo sepa. Este lugar está lejos de todos lados. ¿De aquí no
salen naves a Iapetus?
—No. Te he dicho que está recubierta por una nube de gases tóxicos, los vuelos
comerciales también se cancelaron hace años.
—Lo siento —musitó el león, apenado.
Ambos dieron un respingo nervioso al escuchar una atronadora voz.
—¡EPA! ¡TÚ, LA GRANDOTA! ¡VEN ACÁ, INMEDIATAMENTE!
Claudia abrió bien los ojos y vio a un guardia de seguridad que se acercaba a ella a
paso apresurado. Por su horrible cara de pocos amigos, no parecía tener buenas
intenciones. Knaach se alertó al ver que detrás de él, venían cinco monstruosos
hombres vestidos de blanco, uno de ellos llevaba una enorme inyectadora.
—¿Tienes permiso para traer animales salvajes contigo? ¡Más te vale que sí, o nos
lo vamos a llevar!
Claudia observó a su amigo y este a su vez la miró a ella. Nuevamente, la mente de
ambos generó la misma idea: se dieron media vuelta, y empezaron a correr a toda
prisa.
—¡REGRESEN AQUÍ! ¡TE ESTÁS METIENDO EN EL PROBLEMA DE TU
VIDA, CRETINA! —rugió el guardia, que sacó una pistola plateada del bolsillo—.
¡TRAS ELLOS, AHORA!
Con la otra mano sacó un radio y, tras la nube de interferencia electrónica, empezó
a pedir refuerzos. El suelo retumbaba como un terremoto bajo los zapatos de Claudia,
quien corría con los codos levantados, como una maratonista. Knaach iba pocos
metros delante de ella. El monstruoso guardia, que llevaba una bata blanca, blandía la
inyectadora en el aire, como un loco. Pasaron la puerta 17, la pista de aeronaves
estaba completamente vacía. El león giró la cabeza viendo tras su espalda: el guardia
de seguridad le estaba apuntando justamente a él con la pistola láser. No alcanzó a
sentir un frío terrorífico en su columna vertebral cuando por poco tropieza y pega el
morro al suelo: una mujer muy baja, que llevaba un extraño traje de puntos negros