Page 37 - Luna de Plutón
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como un reproche que como una pregunta.

       —Eso es difícil…
       —Pero si…

       —Lo sé, lo sé —la interrumpió—, y es cierto lo que dicen, podrías ver cómo serás

  de vieja, pero conmigo es casi imposible, no hay medusas lo suficientemente grandes

  en esa pecera para ver cómo seré de viejo.
       Claudia observó a Knaach con aire misterioso, y este, al verla, no tardó en retomar

  la conversación.

       —Mientras más grande, más potente…

       La chica cruzó sus gruesos brazos.
       Tras ella, una de las angulosas medusas de la pecera dejó entrever una delgada

  línea eléctrica que cruzó su cuerpo.

       —¿Cuántos años viven los de tu raza, Knaach?
       El león giró los ojos hacia la izquierda, pensando.

       —A los 100 años alcanzamos la pubertad, creo…

       —Espera, no entiendo el sistema de años… —¿Por cuál te riges tú?
       —Por el sistema de zikles.

       —¿Cuántos zikles tienes?

       —Tengo ocho zikles.

       —¿De cuál luna vienen los ogros?
       —De Iapetus.

       —¿Iapetus? Esa es de Saturno —repuso el león, llevándose una pata a la barbilla

  —. ¿Cada cuánto gira Iapetus alrededor de Saturno?

       —Cada 100 khetos.
       —100  khetos  es  un  equivalente  menor  a  365  puestas  de  sol,  que  es  lo  que  se

  necesita en mi mundo para alcanzar un año. En teoría, un año para ustedes son 182

  días.
       El león entrecerró los ojos, ceñudo, haciendo cálculos en la mente. Finalmente,

  levantó la cabeza para ver a su compañera.

       —Vaya, tu edad en años sería de tres. Tienes tres años de edad.

       Claudia se llevó las manos a la cintura.
       —Hohohoho, soy una chica grande.

       El león, sentado, la observaba.

       —Vengo de una familia que es capaz de alcanzar grados de longevidad envidiables

  entre los ogros. Mi abuela Gertrudis, por ponerte un ejemplo, murió a los 90 zikles.
       —44 años —suspiró Knaach.
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