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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.
NENÉ VILLARROEL DETRÁS DE LA
MEMORIA DE SU PUEBLO
Todo pueblo escribe su memoria; no así su historia. La historia de los pueblos es más
compleja; exige cierta disciplina y rigor en la búsqueda de la información y de los datos
respecto a sus orígenes. Algunos, no sabemos si para conformidad del presente, carecen de
ella; pero nunca faltará quien se encargue de reconstruir esa historia y, de ser el caso,
inventarla. Por mucha que sea la oscuridad de los tiempos pasados, del inconsciente
colectivo emergerán respuestas que empezarán a configurar la cartografía del pasado con
sus respectivas leyendas, el arco diacrónico de la historia que iluminará a los moradores del
presente. Hay pueblos que han nacido al margen de la violencia de una conquista y, como
tales, los deja a un lado el imperio de las circunstancias porque las coordenadas de los
núcleos del poder no pasan por allí. Esos asientos marginales que crecieron sin registro ni
fueros constitucionales, la lógica del mismo crecimiento le va sumando particularidades
propias, costumbres peculiares, grados de autonomía de su acervo cultural, hasta que el
insoslayable catastro les otorga un buen día la referencia de ser caserío, parroquia, cantón,
municipio o distrito, en pocas palabras, centro poblado con incipiente biografía en el mapa
oficial de una nación. Muchos de los pueblos de Nueva Esparta carecen de acta de
fundación, o por lo menos la investigación historiográfica no ha contado con las fuentes
documentales para explicitarlo. Altagracia es uno de ellos, ceñida su historia por dos
topónimos ancestrales: El Sitio de Suárez y Los Hatos de las Venecianos. Documentos
forjados, invención de la tradición popular, testamentos orales legitimados por los
picapleitos de turno, historia, en fin, acumulada por la ficción y fábula de un pueblo,
abriéndose paso hacia las pocas verdades que cabe encontrar en el texto jurídico y el
testimonio posible de la “biblioteca” familiar: “Mi abuelo me contaba que…” Extraer de
arcanos como estos algo definitivo es tarea cada vez más difícil, por no decir imposible. No
es la historia, sin embargo, lo que nos preocupa en estas palabras prologales, sino un
derivado que autores contemporáneos han dado en llamar “historia de las mentalidades” y
que el español Carlos Barro resume diciéndonos que “La actividad humana, desde las
palabras y los gestos hasta los grandes hechos, colectivos y personales, entra en el campo
de interés de la historia amplia de las mentalidades, reformulada como historia subjetiva,
por partida doble: mentalidad en su conjunto. Cada acto humano viene acompañado del
entorno mental que forman sus motivaciones, sus conexiones con otros actos, sus
consecuencias; partiendo de las acciones podemos llegar por tanto a su contexto
psicológico” (1). Vale decir, cualquier hecho cotidiano, la crónica menuda, una anécdota
singular, el humor de una comunidad, el gracejo popular, el chiste oportuno, son, entre
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