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236 La introducción de La Segunda Venida de criSto a Su igLeSia
por mucho tiempo, sin embargo esa palabra encontró el favor. Esos dos muchachos testigos
de Jehová, ambos ancianos, queriendo encontrar a una anciana y decirle que eran salvos, dos
hermanos.
132 Cuando dijeron eso, el Espíritu de Dios y Su soberanía cayeron sobre mí, sentado allí en
ese barco. Oh, ojalá pudiera tener voz, de alguna manera, y pudiera calar eso en el corazón de
la gente. No podía controlarme más de lo que usted podría volar a la luna; sólo por esa palabra.
Y dije: “Muchachos, hay algo que va a suceder. Es una especie de animalito. Será traído a la
vida. Habrá vida conectada con él. Y lo verán de inmediato”.
133 Y pensé: “¿Ahora qué he dicho?”. Y empecé a pensar en algunas cosas. “¿Qué me hizo
decir eso?”. Ninguna visión. Sólo fue algo que habló. ¿Qué fue? No fue mi intelectualidad; ni
siquiera podría pensar en tal cosa. Fue por debajo de eso. Estaba en el corazón en el que Dios
había entrado. Él hablaba. Yo no. Ni siquiera estaba pensando en tal cosa; y Él habló.
134 Pienso que allí es donde Jesús dijo: “Si crees en tu corazón, y dices a este árbol, o a esta
montaña, y no dudas, sino que crees que lo que dices se cumplirá, tendrás lo que dices”.
135 Ese es mi punto. Llega a ese punto en donde es Algo que no eres tú mismo. Es Algo más
allá de tu razonamiento que lo habla. Continuamos.
136 Para terminar, digo esto. El hermano Wood y ellos están sentados aquí como testigos. A
la mañana siguiente…
137 Esa noche fuimos, y el Señor nos dio una gran noche de pesca. Nadie atrapó ningún
pez… Y atrapamos tres allí, sólo en unos minutos, y los tres pesaron casi veinte libras. Y
tuvimos una gran cantidad de peces.
138 A la mañana siguiente volvimos y estuvimos poniendo los señuelos, nuevos, en la línea,
y ni un solo pez; se había acabado. Dije: “Vayamos a esta pequeña caleta y descansemos unos
minutos, hermanos. Y pescaremos bluegills [pez de agua dulce], con línea de pesca”.
139 Volvimos allí y estuvimos pescando bluegills, en la pequeña caleta, con nuestro bote.
Y cada vez que nos deteníamos lo suficiente, se detenía el motor. No estábamos pescando.
Estábamos hablando de Dios.
140 Y el Sr. Lyle, que ahora es… Fue donde su hermana, para tratar de sacarla de los Testigos
de Jehová. Y ella le dijo que estaba escuchando a los demonios; que nosotros éramos demonios.
141 Dijo: “Lyle, tú sabes mejor que eso. Y todas estas determinadas cosas”.
142 Entonces Lyle pescó un pequeño pez azul, más o menos así. Y él estaba hablando, así
que dejó que el pequeño se tragara el anzuelo grande. Se hundió en el estómago del pequeño
pez. Y cuando lo agarró, no pudo tirar de él. Así que lo apretó en su mano, lo envolvió y le sacó
las entrañas. Tuvo que sacar el anzuelo de la boca, porque si cortaba el anzuelo, sería… un pez
muerto, que iba a morir de todos modos. Y aquí están las palabras que él dijo: “Seguro que se
te ha acabado tu suerte, amiguito”, y lo tiró en el agua.
143 Y dio tres o cuatro vueltas, y bajó dando vueltas por las aguas azules, hasta que tocó el
fondo. Se quedó allí unos minutos. Y volvió a subir a la parte superior del agua, y revoloteó
tres o cuatro veces. Sus pequeñas aletas se enderezaron, así, se pusieron de lado, se enroscaron.
Y durante unos veinte minutos, nosotros pescando, él había vuelto a flotar entre las aguas,
hasta llegar hasta la basura. Y yo…
144 Y alguien dijo: “¿Esos pececitos realmente están desayunando, o alimentándose?”. Yo
dije: “Sí, así es”.
145 Y dijimos: “¡Oh!, ¿no es grande Dios?”. Y el hermano Wood dijo: “¡Oh, es tan grande,