Page 313 - La introduccion de la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia.indb
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La Visión de La Carpa   307

                   Yo dije en mi corazón: “Yo soy tan buen pescador como ellos, o quizás mejor que ellos”.
               Yo quería atrapar el pez grande y hermoso, y comencé a preparar mi línea y señuelo. Entonces
               desde mi lado derecho, detrás de mí, vino la misma voz del Ángel del Señor, quien me había
               hablado desde que yo era un niño, diciendo: “Yo te enseñaré cómo pescar; pero tienes que
               guardar silencio–no digas nada acerca de ello”. Yo contesté: “Yo lo haré”.
                   Él dijo: “Asegura tu señuelo”. Esto lo hice. Entonces Él dijo: “Ahora, para atrapar esos
               peces grandes, tienes que ir más allá hacia lo profundo del agua”. Yo giré y arrojé con toda mi
               fuerza, y la línea se fue hacia su distancia plena. Él dijo: “¡Eso estuvo bien!”. Al hundirse el
               señuelo casi hasta el fondo del agua cristalina, Él dijo: “Ahora, primero dale un estirón lento,
               y atrae la atención de los peces pequeños. Después dale un estirón rápido y hala el señuelo
               lejos de ellos, y los peces grandes lo seguirán cuando vean a los peces pequeños perseguirlo.
               Recuerda, quédate quieto y no digas nada acerca de esto a nadie. Para el tercer halón fija tu
               línea tirante –¡estás listo para la captura!”. Yo dije: “Entiendo”.
                   Todos los ministros comenzaron a venir alrededor de mí, diciendo: “Hermano Branham
               sabemos que usted puede atrapar peces”. Yo respondí: “Oh sí, yo sé cómo hacerlo”. Entonces
               comencé a explicarles el modo exacto relatado a mí por el Ángel del Señor.
                   Yo me excité tanto queriendo tratando de mostrarles a los ministros cómo pescar, que
               yo sacudí el señuelo completamente fuera del agua, atrapando un pez como del tamaño del
               señuelo. Parecía como que la piel del pescado estaba estirada con fuerza sobre el señuelo.
               ¡Pensé cómo habría de quitarlo!
                   El Ángel del Señor caminó desde atrás de mí a mi lado derecho, y vino directamente en
               frente de mí –el mismo que siempre he visto– un hombre alto, fuerte, del tamaño de un hombre
               de 200 libras, brazos grandes, vestido con una túnica blanca, descalzo, cabello oscuro. Me
               miró directamente en el rostro, y dijo: “¡Justamente lo que te dije que no hicieras, eso hiciste!”.
               Yo pensé: “¡Este es el fin de mí ahora!”.
                   Él dijo: “La primera vez que te dije que le dieras un estirón lento y que guardaras silencio
               acerca de ello, fue cuando yo te hice conocer las enfermedades de la gente cuando ellos ponían
               sus manos en las tuyas. Tu segundo halón, cuando yo te dije que halaras más rápido y que
               guardaras silencio acerca de ello, fue cuando yo te daba las visiones para que supieras los
               secretos de los corazones de las personas; y mientras tú predecías lo que yo te decía, yo hacía
               exactamente lo que te decía. En vez de guardar silencio acerca de estas cosas, te subiste en la
               plataforma e hiciste un espectáculo público de estos dones Divinos. Mira lo que has causado:
               ¡una multitud de imitaciones carnales!”.
                   Yo comencé a llorar verdaderamente fuerte. Yo dije: “¡Lo siento mucho, Señor, que hice
               eso!”. Mi línea estaba toda apilada alrededor de mis pies. Yo tenía el señuelo en mi mano,
               y mientras yo lloraba, comencé a recoger la línea pasándola por mis dientes tratando de
               enderezarla. Entonces Él me miró con firmeza, y dijo: “¡No dejes que se enrede tu línea en
               esta clase de tiempos!”. Yo dije: “¡Yo trataré de que no se me vuelva a enredar jamás, Buen
               Señor!”.
                   Entonces pareció que me iba hacia otra dimensión todavía más alta. La línea de pescar que
               tenía en mi mano se tornó en un cordón de zapato, como de media pulgada de diámetro. Yo
               estaba sosteniendo un zapato de bebé con ojetes como de un octavo de pulgada de diámetro.
               Yo estaba tratando de colocar este cordón de zapato de media pulgada a través del ojete de un
               octavo de pulgada, y yo había roto muchos hilos del cordón del zapato.
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