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Literatura 4° Secundaria
Pedro Cieza de León (¿1518? – 1554)
Es considerado, sin duda, el cronista más completo de los historiadores antiguos, además de cronista fue,
historiador, recto y valedero, observador de la naturaleza, anticuario de creencias, trajes y personas humanas,
etnógrafo de relatos y mitos aborígenes, pintor realista de paisajes.
Formado en el fragor de la guerra y hechos de armas, demostró mucho tino en los círculos cercanos a él: “humano,
generoso, rebosando nobles simpatías, obediente y metódico”, fue el cronista que vio cómo la turba vandálica de
algunos conquistadores destrozaban el suelo y la cultura india.
Llegado adolescente a Sudamérica, Cieza nos va a mostrar en la Crónica del Perú, y en el Señorío de los Incas, la
organización social y la historia de un imperio antiguo, con minuciosidad, con el recogimiento objetivo de sus datos,
prolijamente ordenados para una visión de una sociedad nueva para los españoles.
Su palabra resulta convincente, por desinteresada y ajena a los arreglos a los que se someten los demás. El
propio Cieza señala que la primera parte de Crónica del Perú versa sobre las provincias del Perú (ciudades,
fundadores, ritos y costumbres), la segunda habla sobre el Señorío de los Incas; en la tercera sobre el
descubrimiento y conquista (el marqués Pizarro, el prendimiento de Atahualpa, las guerras entre indios y españoles)
y la cuarta parte la subtitula Las guerras civiles del Perú.
Acerca de los ritos mortuorios de los indígenas
Crónica del Perú
“En algunas partes se les han visto ídolos, aunque templos ni casa de
adoración no sabemos que la tengan; hablan con el demonio y por su consejo
hacen muchas cosas conforme al que se las manda; no tienen conocimiento
de la inmortalidad del ánima enteramente; mas creen que los mayores tornan
a vivir, y algunos tienen (según a mí me informaron) que las ánimas de los que
mueren entran en los cuerpos de los que nacen; a los difuntos se les hacen
grandes y hondas sepulturas, y entierran a los señores con algunas de sus
mujeres y hacienda, y con mucho de su mantenimiento y de su vino; en
algunas partes los queman hasta convertirlos en ceniza, y en otras no más
de hasta quedar el cuerpo seco”.
El templo Coricancha – Cusco
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