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Enseguida nos organizamos para empezar la búsqueda. ¡Había una   su hija lo decía todo, y la felicidad de conocerla, sujetarla, y pegarla a su
 señora embarazada, quizá a punto de dar a luz, perdida en la selva ama-  pecho no tiene palabras que alcancen a describirla.
 zónica!  Solicité que uno de los técnicos de atención primaria, quien co-  Nunca olvidaré la expresión de gratitud en el rostro de la madre y sus
 nocía la zona, se desplace en la camioneta, a preguntar a los vecinos,   hermanas, por ayudarlas, tanto a localizar a la involucrada, como en la
 y poblaciones aledañas, si habían visto a la mujer y que la localizaran   asistencia del alumbramiento. Horas después partieron a su hogar.
 para su traslado. Dado que las instalaciones no eran óptimas para atender
 adecuadamente a pacientes pediátricos y, mucho menos a pacientes em-  La sensación de ver nacer a alguien, sanar a los pacientes, ver su re-
 barazadas, el protocolo dictaba que se tendría que hacer una transferencia   cuperación tras un accidente o enfermedad gracias a los conocimientos
 urgente hacia El Tena, a cuarenta minutos en canoa, y un posterior viaje   adquiridos por tantos años no tiene comparación; sin duda alguna, hace
 de cuatro horas en vehículo al hospital.   que todo valga la pena, el esfuerzo, la dedicación. La paciencia rindió
               frutos y podía ejercer mi profesión. Sin duda lo digo: el año de salud rural
 Uno de los temores que tiene el médico rural, entre otros, es la aten-  fue uno de los más duros, pero a la vez, el más gratificante.
 ción de un parto, por varios motivos: muchas veces nos encontramos
 solos, la inexperiencia, realizar esa actividad por primera vez sin guía, sin
 embargo, al final se presenta y hay que estar listo para ello; no obstante,   Autor: Dr. Andrés Cervantes
 al tener ese protocolo en el puesto de salud, no era de mayor preocupa-
 ción el tener que recibir una paciente embarazada, puesto que realiza-
 ríamos la transferencia.
 Pasaron las horas, oscurecía, y llegó la camioneta con nuestro técnico
 y con las tres hermanas. ¡La habían encontrado! En su afán de llegar al
 centro de salud, tomó el sendero equivocado y por eso estaba perdida.
 Entró la paciente a mi consultorio, y posterior a la inspección y el examen
 físico, noté que ella se encontraba en franca labor de parto; por lo tanto,
 el protocolo no era una opción viable, y tendríamos que adaptar la mesa
 de inspección ginecológica para recibir a su hijo.

 Los nervios en ese momento se hicieron presentes, muchos pensa-
 mientos cruzaron por la cabeza, entre ellos la posibilidad de error, pero
 como líder de la unidad, como médico, era imperativo conservar la calma
 y recordar el entrenamiento.
 La recostamos en la mesa, empezó a pujar, al tiempo que el servicio
 eléctrico se suspendió. Linterna de celular encendida y un par de velas
 sirvieron para iluminar en algo el lugar. ¿Y el instrumental? ni equipo de
 parto, ni oxitocina; lo único que tenía, eran unos guantes estériles, unos
 campos calientes y una tijera, además de la ayuda de los técnicos de la
 unidad que me ayudaron a sostenerla.
 Pasaban los minutos y el bebé no descendía, entonces ordené que
 bajen a la paciente de la camilla y la sienten para tener asistencia de la
 gravedad. Pasaron quince minutos y después de muchos gritos, de ella y
 míos, llegó un momento de calma repentina y a continuación, pequeños
 quejidos seguidos de un fuerte llanto. ¡Qué momento! Un ser acababa de
 nacer en mis manos, y por primera vez había recibido una nueva vida,
 una hermosa niña que fruncía su pequeño rostro y buscaba con sus di-
 minutas manos el pecho de su madre. El rostro de la señora al recibir a

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