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experiencias vividas, no hay otra forma.                                                    MI HISTORIA: DE PESADILLA A UN SUEÑO
               Según mi madre, desde niña demostré inclinación por la medicina,                                        HECHO REALIDAD
            aunque siempre creyó que el gusto sería pasajero y que se modificaría
            en la escuela o en el colegio ante otros posibles gustos o intereses. Sin
            embargo, lo único que sucedió, sin arrepentimiento alguno, es que se                        Pude escuchar los aullidos tan pronto como entré en mi casa; se vol-
            mantuvo latente y creció hasta convertirse en realidad, siendo además un                  vían más y más fuertes con cada paso dado. Era mi perrita “Muñeca”
            gozo que respaldó la temprana orientación.                                                con los ojos color azabache, pidiendo ayuda con la mirada llorosa que
                                                                                                      gritaba, sin palabras. Me dirigió a la terraza, en donde descubrí por qué
               Han transcurrido seis años de desarrollo académico productivo. De-
            mostré a todos, y a mí misma, que el viaje a la capital no sería en vano.                 estaba alterada; el cuerpo de mi abuelita yacía muerta en el suelo del
                                                                                                      lugar. Grité pidiendo auxilio hasta quedarme sin aliento, acurrucándome
            Está cada vez más cerca el momento de poner en práctica toda la teoría,                   junto a su cuerpo hasta que la ayuda llegó.
            sin olvidar que no será suficiente, ya que cada día y cada experiencia se
            transforman en una fuente invaluable y enriquecedora de conocimiento                        Momentos que se sintieron como horas de espera, ya que, en ese ins-
            adicional. Luego la graduación, con alegría y certeza de un futuro esplén-                tante, no sabía si estaba viva o muerta. Estaba segura de que pronto lle-
            dido, tras regresar a ver un momento y encontrar todas las huellas del                    garía un médico y proporcionaría la ayuda necesaria; ese doctor fue mi
            camino recorrido, cuesta arriba la gran mayoría del tiempo, cargando la                   rayo de esperanza, cuando apenas tenía 15 años, y también fue mi con-
            mochila repleta de sueños, emociones, realidades, necesidades, errores                    suelo saber que haría lo mejor posible para poder salvarla.
            y aciertos…cargada de verdad. Se acercan los nuevos retos que la pro-                       Recordar este momento es doloroso, y aunque desearía que solo sea
            fesión exige y el deber llama a cubrir nuevos horizontes, para siempre.                   una pesadilla, fue la realidad y la confirmación que necesitaba para con-
                                                                                                      vertirme en una doctora firme defensora de los estilos de vida saludables
                                                                                                      para mis pacientes. A veces me pregunto, cuántos meses o años más po-
                                Autora: Md. Mayra Liseth Martínez Benalcázar
                                                                                                      dría haber pasado con mi abuelita, si ella hubiera tenido apoyo, enten-
                                                                                                      dimiento de su condición y si hubiese sabido lo importante que era la
                                                                                                      prevención de la salud, así como recibir tratamiento a tiempo, en especial
                                                                                                      en enfermedades crónicas.



















                                                                                                        Mi historia se desarrolla a lo largo de mi niñez, y empieza cuando
                                                                                                      apenas tenía cinco años. A esa edad, con frecuencia pretendí ser médica
                                                                                                      como un juego, con el mejor regalo de Navidad: mi primer estetoscopio.
                                                                                                      Mi abuelita y padres, siempre dispuestos a jugar conmigo, fueron mis
                                                                                                      primeros "pacientes". Conforme crecía, aprendí a medir y comprender la
                                                                                                      presión arterial de mi paciente favorita, mi abuelita, una mujer cariñosa,
                                                                                                      pero con significativo exceso de grasa corporal, quien pensaba que la
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