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tomábamos el tiempo necesario para analizar cada uno de los protocolos                    cuparnos por cosas que no son indispensables, cuando en lo sencillo está
            a seguir, debatiendo sobre ellos y buscando consenso para tener el mejor                  lo trascendente; así que, a quienes se den el tiempo de leer este relato, les
            posible, acuerdo que de todas formas no sabíamos que resultado arro-                      digo que reflexionen en lo empáticos que podemos ser, sin dejar de ser
            jaría, pero teníamos que hacerlo.                                                         felices.
               El grupo de residentes del hospital es bastante sólido, compuesto por
            jóvenes dispuestos a todo por cumplir lo establecido en el juramento hi-                                                   Autor: Md. Alex Jumbo Cuenca
            pocrático; sí, con miedo, impotencia y fragilidad, pero unidos para de-
            cirle a este problema, con la frente en alto, “¡Aquí estamos luchando
            para vencer!”. Escuché más de una vez a los compañeros decir que iban
            a renunciar, lo cual me generaba frustración como jefe de residencia,
            llevándome a creer que los tenía desprotegidos; sin embargo, tomaba sus
            palabras como impulso, para apoyarnos juntos y triunfar por sobre las
            circunstancias. No niego que también pensé y con frecuencia, sobre si esa
            era la mejor opción, ya que estaría en casa, a salvo, guardando cuarentena
            como la mayoría de la gente.
               No obstante, mi familia jamás manifestó inconformidad o disgusto
            por la profesión elegida; al contrario, todo el tiempo apoyaron la decisión
            tomada, ya que desde niño jugaba a ser doctor y salvar vidas. Ese sueño
            se había hecho realidad, una realidad tal vez muy controversial, pero se
            cumplió, además de todo lo que me costó materializarla y llegar al punto
            en el que me encuentro. Es por eso que todos los días, al salir del hos-
            pital, y al llegar a casa, es tan gratificante escuchar a todos recibirme con
            un cálido “¿Cómo te fue?”, para contestarles “¡Muy bien!” sonriendo,
            así haya sido un turno agotador; ya que, más allá de los fracasos, está la
            satisfacción de haber ayudado a quien lo necesitó.
               La pandemia que azotó al mundo en el 2020, quedará guardada en
            la historia contemporánea de la humanidad, dado el brutal impacto que
            ocasionó desde varias perspectivas. Tal vez nada vuelva a ser como antes,
            pero habrá que superarlo y construir un nuevo escenario global para con-
            tinuar con la vida; costará, es un hecho, pero estoy seguro de que dentro
            de unos años será solo un recuerdo, una experiencia  invalorable  que
            habrá dejado enormes lecciones aprendidas, las mismas que contaremos
            a nuestros hijos, a los más pequeños.

               Aprendamos a vivir felices con lo que tenemos, con lo que somos y lo
            que podemos ser; también a que dependemos de otros profesionales, los
            más expuestos durante la crisis, no solo médicos, sino quienes siguieron
            trabajando para que funcione el sistema financiero, haya seguridad en la
            vía pública o en que un pedido de comida a domicilio llegue al destino.
            Merecen un reconocimiento a su arduo trabajo, ya que, a ellos como a
            todos, también los esperaban en casa. Seamos empáticos con aquellas
            personas vulnerables que son fundamentales en el diario vivir.
               La pandemia me enseñó que, en ocasiones, dejamos de vivir al preo-

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