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a las dos argollas que estaban sujetas al los lados
del pulpito y azotados públicamente. Nunca
necesitó golpear a nadie para conseguir el dinero,
todos iban con sus ahorros, con préstamos que
conseguían en los bancos.
Vendiendo propiedades, autos o joyas. Este
sistema era costoso, pero daba frutos magníficos, y
nadie se quejaba, pues solo los que podían
conseguir el dinero eran visitados, los pobres, con
solo declararse arrepentidos, eran perdonados.
Luego de la reunión que se realizaba cada
cuatro días, se servía un generoso refrigerio a la
canasta servidos por el grupo juvenil que además
hacía obras comunitarias y solicitaba colaboración
por la ciudad. La organización era completa y cada
tiempo el emprendimiento comercial se completaba
más, tanto que al cabo de dos años contaba con
venta de ropa, de materiales para la construcción,
vigilancia domiciliaria, guardería y fuera del ejido
municipal poseían una ladrilleria
y una casa de descanso para la tercera edad,
en un extenso terreno con grandes huertas y
árboles frutales, servicio que se podía contratar con
planes de financiación.
Al entrar en el salón donde se realizaban las
reuniones religiosas, se podía apreciar a cuatro
guardias pulcramente vestidos con sus trajes
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