Page 292 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Amor de Dios 281
sierpe de la pasión ha picado mi corazón." El Chonaid (1) decía: "El
amor es la introducción de las cualidades del amado en el amante, per-
mutándose con las cualidades de éste." También se dice que el signo
del amor de Dios estriba en cortar de raíz los deseos de esta vida y de
la otra. Otro poeta dijo:
"Tenía mi corazón diferentes amores, y se juntaron todos, cuundo el alma
vió que sólo Tú eras mi amor.
Me envidiaron ya entonces cuantos yo antes envidiaba, y vine a ser señor
de las gentes, desde que Tú fuiste mi Señor.
Dejé para los hombres mis cosas de este mundo y la religión suya, ocupa-
do tan sólo en tu amor. ¡Oh! Tú que eres mi sola religión y mi solo mundo."
Rábia (2) recitó este otro verso:
"En las entrañas Te tengo conversando conmigo, mientras busca mi cuer-
po alguien con quien tratar.
Y así, mientras mi cuerpo se muestra afable con su interlocutor, mi cora-
zón se avergüenza ante el Amigo que tengo en las entrañas." [5]
Yahya ben Moad (3) decía: "La paciencia de los que aman a Dios
es más fuerte que la de los ascetas. Yo me admiro de que se pretenda
amar a Dios, sin evitar sus prohibiciones." De un santo se cuenta que
decía: "El que pretende que ama a Dios sin evitar sus prohibiciones,
es un embustero, y el que pretende que ama al paraíso sin despren-
derse de sus riquezas, es también un embustero." Rábia decía a este
propósito:
"¿Ofendes a Dios y aparentas amarle? ¡Esta es, por vida mia, una singu-
lar y extraña manera de argumentar!
Si tu amor fuese sincero, no le ofenderías, pues el amante siempre a su
Amado se somete."
También se ha dicho que lo exterior del amor consiste en dar
gusto al Amado, y lo interior consiste en entregarle el corazón, sin
(1) Sobre las ideas de este místico, Cfr. Alassignon, Essai, 273 y sig.
(2) Poetisa mística que murió en Basora a los ochenta años de edad, el 801
de J. C. Cfr. Massignon, Essai, 193 y sig.
(3) Místico muerto en Nisapur, el 871 de J. C. Cfr. Massignon, Essai,
238 y sig.