Page 293 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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282          Parte 111.— Textos: Tohfa, 5, 6
        que en él quede cosa alguna para nadie que no sea el Amado. Dijo
        un poeta:
          "Te amo sin esperar por ello  el paraíso, y sin que yo tema  el fuego  del
        infierno, Tü eres  el objeto de mi amor.
          Cuando yo vaya a mi Señor ¿qué paraíso  ni qué infierno cabrá amar  ni
        temer?"

                      CAPITULO 5.° DEL DESEO
          Es la consecuencia del amor, pues cuando éste se asienta en el co-
        razón, aparece el deseo. Niegan muchos que se pueda desear a Dios,
        porque  el deseo tiene por objeto lo ausente, y ¿cuándo puede estar
        ausente el amigo de su Amado, para desearlo? Decía un poeta:
          "Tu deseo es un dolor  tal, que  el corazón se habitúa con cualquier otro
        dolor. En lo más secreto de mi corazón, ¡oh, Amado mío!, tengo un ascua.
         Tu amor llena mi corazón de vida y de muerte. Tengo una vida dulce y
        una muerte dulce también."
          El Antioqueno (1) decía: "Se desea lo ausente, y yo no me ausenté
        de El, desde que lo encontré." Y  el Nasrabadí (2) decía: "Las gen-
        tes del vulgo llegan a sentir deseo, pero no deseo ardiente, pues  el
        que penetra en esta morada del deseo ardiente de Dios, anda errante,
        loco de amor, sin que se puedan ya descubrir las huellas de sus pasos
        ni su habitación fija"...
                 CAPITULO  6.° DE LA PASION AMOROSA
          El colmo del amor es la pasión. El amor es cualidad genérica y ia
        pasión es una especie suya. Su asiento es lo más íntimo del corazón.
        El amor cabe que sea adquirido, mientras que la pasión sólo puede
        ser infusa. Cuando la pasión se intensifica, engendra  el extravío. El
        signo  característico  del amante apasionado  está en que viva  pre-

          (1)  Ahmed ben Asim  el Antaquí murió cerca del 835 de  J. C. Sobre sus
        ideas ascéticas,  cfr. Massignon, Essai, 201 y  sig.
          (2)  Ibrahim el Nasrabadí, discípulo de Xiblí, murió el 982 de J. C. Cfr. Mas-
        signon, Halláj. 407.
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