Page 294 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Deseo y pasión amorosa 283
ocupado de morir por el objeto de su amor, como decía Aben Man-
sur [6]:
"Amigos míos, matadme, que en mi muerte está mi vida,
Y mi vida está en mi muerte y mi muerte está en mi vida." (1).
Dicen algunos sabios que el amor y la pasión se engendran de la
concupiscencia, que es un atributo del apetito sensitivo: cuando predo-
mina el amor del espíritu, se llama amor apasionado, y cuando predo-
mina el amor de la concupiscencia, se llama simplemente pasión. El
amor que nace de la concupiscencia o apetito sensitivo es cosa distinta
del que reside en el espíritu. Este último es el aplicable a Dios. Nosotros
afirmamos, por el contrario, que el amor no nace de la concupiscencia,
pues cabalmente a medida que el cuerpo se debilita y la concupiscen-
cia disminuye, el amor llega a su máximo y el apetito concupiscible a
su mínimo. Lo que hay es que los estímulos del amor en el hombre
son de varias especies: existe, en efecto, el amor del espíritu, el del
corazón, el del alma sensitiva y el del entendimiento. El 1.° es de dos
especies: general y particular; el general consiste en la sumisión a los
divinos preceptos, tiene por objeto los atributos de Dios y en él inter-
viene la actividad del hombre para adquirirlo; el particular, en cam-
bio, es amor de la esencia divina, vislumbrada por el espíritu; en este
amor es en el que se manifiestan las embriagueces místicas y es pura
obra de la generosidad de Dios para con sus siervos. Este amor es
una de las formas transitorias del éxtasis, porque es puramente infu-
so, sin que quepa adquirirlo por esfuerzo personal. El 2.°, el amor del
corazón, consiste en preferir el amor del Amado a todo lo que no sea
El. El 3.°, el amor del alma sensitiva, es efectivamente el engendrado
por la concupiscencia y consiste en preferir el amor del mundo al amor
de Dios. Siete cosas tiene por objeto, según lo afirma Dios (Alco-
rán, III, 12): las mujeres, los hijos, los tesoros de oro y plata, los ca-
ballos, los rebaños y los campos. Es la cabeza de todo pecado. El que
mata al alma sensitiva mediante el combate ascético, expulsa de ella
(1) El autor de este verso es Alhalah.