Page 242 - Confesiones de un ganster economico
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                        lugares amenazados más. Cada uno de éstos representa un frente de batalla, y cada
                        uno de ellos nos obliga a sondear nuestra conciencia individual y colectiva.
                           Recordé una estadística que lo resume todo. La relación de rentas entre el quinto de
                        la población mundial habitante de los países más ricos y el quinto que ocupa los países
                        más pobres era de 30 a 1 en 1960, y ha pasado de 74 a 1 en 1995. 2  Pero el Banco
                        Mundial, la Agencia de Desarrollo Internacional estadounidense, el FMI, y los demás
                        bancos, corporaciones y gobiernos implicados en la «ayuda» exterior todavía nos
                        cuentan que están haciendo su trabajo, que se están consiguiendo progresos.
                           Así que una vez más me hallaba en Ecuador, el país que no era sino uno de los
                        frentes de batalla, pero que mantiene un lugar especial en mi corazón. Estábamos en
                        2003, treinta y cinco años después de mi primera visita como miembro de una
                        organización estadounidense que usa la palabra paz en su denominación. Esta vez
                        acudía para tratar de evitar la guerra que durante tres decenios había ayudado a
                        provocar.
                           Uno diría que los acontecimientos de Afganistán, Iraq y Venezuela deberían bastar
                        para disuadirnos de entrar en otro conflicto. En Ecuador, sin embargo, la situación era
                        muy diferente. En esa guerra no sería preciso enviar las fuerzas armadas de Estados
                        Unidos, porque los beligerantes eran unos miles de indígenas armados de jabalinas,
                        machetes y vetustas escopetas de avancarga, y frente a ellos un ejército ecuatoriano
                        moderno, asesorado por un puñado de U.S. Special Forces, y reforzado por
                        mercenarios a sueldo de las compañías petroleras y entrenados por los chacales. Y tal
                        como ocurrió con el conflicto ecuato-peruano de 1995, en Estados Unidos la mayoría
                        de la población jamás llegaría a tener noticia de semejante guerra. Algunos
                        acontecimientos recientes habían disparado su probabilidad.
                           En diciembre de 2002 fueron secuestrados unos trabajadores del petróleo. Los
                        portavoces de las compañías denunciaron a la comunidad indígena y sugirieron que
                        los guerreros autores del hecho eran miembros de un grupo terrorista, tal vez
                        conectado con al-Qaeda. Para complicar el asunto, la compañía en cuestión aún no
                        había recibido el permiso de las autoridades ecuatorianas autorizando el comienzo de
                        las perforaciones. Pero aseguraba que sus trabajadores no estaban realizando
                        perforaciones sino las necesarias prospecciones previas, a lo que tenían derecho. Esta
                        afirmación fue negada con vehemencia por los grupos indígenas algunos días después,
                        cuando dieron a conocer su versión del incidente.
                           Según los delegados de las tribus, los del petróleo habían invadido territorios en
                        donde no estaban autorizados a entrar. Los guerreros no llevaban armas, ni habían
                        amenazado ni violentado a los trabajadores. Muy al contrario, los habían acompañado
                        hasta la aldea indígena donde



























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