Page 244 - Confesiones de un ganster economico
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arrasaron los huertos familiares, los platanales y los cultivos de mandioca, dejando
destruida sin remedio la menguada capa de suelo fértil. Pescaron con explosivos en
los ríos y se comieron las mascotas de las familias. Confiscaron las escopetas y las
cerbatanas de los cazadores, excavaron letrinas mal saneadas, contaminaron los
caudales con gasóleo y disolventes, asediaron a las mujeres y dejaron montones de
basura por todas partes, lo que atrajo todo tipo de insectos y sabandijas.
—Teníamos dos opciones —dijo un hombre—. Pelear, o tragamos nuestro amor
propio y tratar de reparar los daños. Decidimos que aún no había llegado la hora de
luchar.
Describió cómo habían intentado paliar las destrucciones causadas por los militares
persuadiendo a su gente de que se abstuviera de comer. Dijo que había sido un ayuno
voluntario, pero a mí me pareció algo más parecido a la inanición. Mal alimentados,
los ancianos y los niños enfermaron.
También se habló de amenazas y de sobornos.
—Mi hijo —relató una mujer— habla inglés y español, y también varias lenguas
indígenas. Ha trabajado como guía e intérprete de una empresa de ecoturismo. Le
pagaban un sueldo decente. La compañía del petróleo le ofreció diez veces más, ¡qué
iba a hacer! Ahora escribe cartas calumniando a su empresa anterior y a todos los que
acuden en nuestra ayuda. Y dice en esas cartas que las compañías del petróleo son
amigas nuestras. —Sacudió todo el cuerpo como un perro mojado—. Ha dejado de
ser uno de los nuestros. Mi hijo...
Un hombre entrado en años que debía ser un chamán, por la diadema tradicional
de plumas de tucán que ostentaba, se puso en pie.
— ¿Sabéis lo de los tres que elegimos para que nos representaran frente a las
petroleras, y que murieron en ese accidente aéreo? Pues bien, no he venido aquí a
repetiros lo que dicen muchos, que ese accidente lo organizaron las compañías del
petróleo. Lo que puedo aseguraros es que • esas tres muertes dejaron un gran vacío en
nuestra organización. Y que las compañías no han tardado en rellenar ese vacío
colocando a sus títeres.
Otro hombre exhibió un contrato y lo leyó. Era la cesión de un territorio inmenso
a una compañía maderera, a cambio de trescientos mil dólares, y lo firmaban tres
representantes de las tribus.
—Esas firmas no son auténticas —dijo—. ¡Si lo sabré yo! ¡Uno de éstos es hennano
mío! Es otra especie de asesinato. Para desacreditar a nuestros líderes.
Parecía irónico y extrañamente oportuno que todo esto ocurriese en una región del
Ecuador donde las compañías aún no tenían autorización para perforar. Lo habían
hecho en otras muchas zonas de los alrededores, y los pueblos indígenas habían
presenciado las consecuencias y la
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