Page 245 - Confesiones de un ganster economico
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aniquilación de sus vecinos. Mientras los oía, me preguntaba cómo reaccionarían los
ciudadanos de mi país si la CNN o el telediario de la noche retransmitieran asambleas
como aquélla.
Esas reuniones me fascinaban y sus revelaciones eran profundamente inquietantes.
Pero también ocurrían otras cosas, al margen de las sesiones formales. Durante los
descansos, los almuerzos, e incluso por la noche, cuando se hablaba con la gente en
privado, se me preguntó con frecuencia por qué amenazaba Estados Unidos a Iraq. La
guerra inminente era objeto de discusión en las primeras planas de los periódicos
ecuatorianos. Estos llegaban hasta aquella población de la selva, y sus comentarios
eran muy diferentes de cuantos pudiese leer uno en los periódicos norteamericanos.
Incluían alusiones al hecho de que la familia Bush fuese propietaria de compañías
petroleras y de la United Fruit, y sobre el papel del vicepresidente Cheney en tanto que
ex director general de Halliburton.
Se leían en voz alta estos periódicos para unos hombres y mujeres que jamás habían
frecuentado la escuela. Todos se mostraban interesados por esas cuestiones. Ahí estaba
yo, en medio de la selva amazónica, entre personas analfabetas a las que muchos en
Estados Unidos considerarían «unos atrasados» e incluso «salvajes». Sin embargo,
hacían preguntas profundas que iban al grano de los asuntos del imperio global.
Mientras me alejaba de Shell y volvía a pasar por delante del muro de cemento de la
presa para enfilar las estribaciones de los Andes, mi mente seguía ocupada con las
diferencias que apreciaba entre lo que había visto y oído en esa visita a Ecuador y el
ambiente que solía hallar en Estados Unidos. Hubiérase dicho que las tribus
amazónicas tenían mucho que enseñarnos. Pese a nuestros muchos años de estudio y las
muchas horas empleadas en leer revistas y ver los noticiarios de la televisión, ellos tenían
una-sabiduría que nosotros por alguna razón hemos perdido. Siguiendo el hilo de estos
pensamientos recordé la «Profecía del cóndor y el águila», que muchas veces he tenido
ocasión de escuchar en toda Latinoamérica, así como otras profecías similares que se oyen
en otras partes del mundo.
Casi todas las culturas que conozco anuncian que hacia finales de la década de 1990
entramos en un período de notable transición. En los monasterios del Himalaya, en los
centros de culto de Indonesia, en las reservas indígenas de Norteamérica, y desde las
profundidades de la Amazonia hasta los picos de los Andes y las viejas ciudades mayas
de Centroamérica, en todas partes se oye que estamos en un momento especial de la
historia humana, y que todos y cada uno de los nacidos en esta época tenemos una
misión que cumplir.
Los nombres y las palabras de las profecías presentan matices diferentes. Se habla
de una Nueva Edad, de un Tercer Milenio, de la Era de Acuario, del Comienzo del
Quinto Sol, o del acabamiento de los
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