Page 246 - Confesiones de un ganster economico
P. 246
elclubdelsoftware.blogspot.com
calendarios antiguos y la entrada en vigor de otros nuevos. Pese a las diversas
terminologías, tienen mucho en común y la «Profecía del cóndor y el águila» puede
considerarse típica. Dice que allá por los albores de la historia humana, las sociedades
se dividieron y emprendieron dos caminos diferentes: el del cóndor (que representa lo
cordial, lo intuitivo y lo místico) y el del águila (simbolizando lo cerebral, lo racional
y lo material). Hacia la década de 1490, los dos caminos volverían a encontrarse y el
águila empujaría al cóndor al borde de la extinción. Quinientos años después, hacia la
década de 1990, comenzaría un nuevo período en que el cóndor y el águila tendrían
oportunidad de reunirse y volar juntos por las mismas sendas del cielo. Y si el cóndor
y el águila recogen esta oportunidad, tendrán una progenie extraordinaria, nunca vista
anteriormente.
La «Profecía del cóndor y el águila» puede entenderse de muchas maneras. En la
interpretación más corriente, se prevé el intercambio de la sabiduría indígena con la
tecnología científica, el reequilibrio del yin y el yang, la comunicación entre las
culturas del Norte y las del Sur. Es más poderoso, sin embargo, el mensaje que
propone a las conciencias. Dice que entramos en una época en que podremos
aprovechar las diferentes maneras de contemplar el mundo y contemplarnos a
nosotros mismos, y que eso nos servirá de trampolín para alcanzar niveles de
conciencia más elevados. Sería un auténtico despertar de la humanidad, la continuidad
de la evolución hacia una especie más consciente.
El pueblo del cóndor que habita la Amazonia hace que parezca muy obvio lo
siguiente: si deseamos plantearnos los interrogantes sobre qué cosa va a ser la
naturaleza humana en este nuevo milenio, y sobre nuestro compromiso en cuanto a la
evaluación de nuestras intenciones para los decenios próximos, entonces tendremos
que abrir los ojos y encarar las consecuencias de nuestras obras —las obras del
águila— en lugares como Iraq y Ecuador. Tendremos que darnos una sacudida para
despertar.
Nosotros, los que habitamos la nación más poderosa que ha conocido nunca el
mundo, deberíamos dejar de pensar tanto en los desenlaces de las series televisivas,
los resultados del fútbol, las cifras de los balances trimestrales y los índices diarios del
Dow Jones, para ponernos a reconsiderar lo que somos y en qué han de ir a parar
nuestros hijos. La alternativa de seguir dejando de plantearnos esas cuestiones
importantes sencillamente resulta demasiado peligrosa.
246